Argentina y Alemania van a jugar otra vez en cuartos de final, como ocurrió en el Mundial pasado. Y repetirán, a su modo, las finales de México ’86 e Italia ’90. A tan escasas horas de lo que ya es un clásico internacional, no hay dudas de que el DT ya tendrá tramadas todas sus tácticas y estrategias…
(El DT alemán, digo, que para eso le pagan).
El Diego, sobrehumano como es, seguro anda en tareas un poco más colosales que esas menudencias terrenales: su misión es nada menos que convocar a las musas –ni siquiera a las suyas, sino a las de sus muchachos– y eso sí que no se arregla con pizarrones ni indicaciones al paso.
Y como la magia bien puede ser el fruto de una energía colectiva, no deberíamos dejarlo solitario en la tarea, sino hacer el siempre silencioso aporte de nuestros hechizos para sumar a la causa. Por lo menos si el asunto de verdad nos importa.
Ya demasiado sabemos ese cuentito de que las brujas no existen, así que tomémonos el trabajo de conocer y demostrar que las hay, las hay… Más allá de la Bruja en cancha, vamos a necesitar en estas horas de los mejores augurios.
Podríamos, en nuestra nochernícola vigilia de la mañana sabatina, curar el insomnio con fantasías que nos depositen en la gloria.
Deberíamos, para ello, ahuyentar los altos fantasmas de Rumenigge y Rudi Völler merodeando el área chica; y en cambio llamar las ánimas de la solidez y la reciedad para tatabrownizar a Demichelis, y si está demasiado alemanizado prometerle sólo pagos en aplauso por productividad, o llegado el caso amenazarlo con secuestrarle a su chica Anderson, que no será Pamela pero casi.
Debiéramos armar un gualicho sudaca para espantar el espectro del papelito de Lehman y sus fatídicos penales, triste fusilamiento deportivo; y en cambio debiéramos emplazar en nombre de la patria la burruchaguizada corrida memorable de ese otro cósmico barrilete que apareció sobre la hora en la tarde del Azteca.
Hay que gambetear los injustos espantajos del mejicano Codesal –que mejor se dedique a la medicina– sancionando aquella jugada a pedir de Brehme y que ahí entendimos porqué la llaman pena máxima; y hay que invocar los filosofogoleadores espíritus valdanísticos para estar en cualquier lado de la cancha si hace falta: multiplicar es la tarea.
Hay que aventar las visiones del patadón para roja que dio Pedro Monzón, de la inoportuna caída del Pato Abondanzieri, de las mismísimas lágrimas diecesanas en Italia, para citar a los duendes del cabezazo de Ayala, de la fiesta austral del ’86 y hasta del misterioso zapatazo que Hernán Díaz sacó de no se sabe dónde una tarde amistosa.
Hay que expulsar aquella imagen 06 del Messi sin infancia, puchereando sentado, ensimismado o eningunado, con sus auriculares sin vuvuzelas y su chile globo azul celeste, lejos de su equipo y de los sueños; para reconvertirlo en gambeta 10, rebeldía juvenil, cintura argenta, zurda diabla y al fin gol, sea de penal o de lo que fuera.
Argentinos, a las cosas: tenemos tarea para la noche previa. Y si en una de esas, entre embrujos y fantasías, logramos salir del estado de desvelo, cerramos los ojos y nos dormimos, no lo dudemos: soñemos que podemos. Y podremos.
miércoles, 30 de junio de 2010
martes, 29 de junio de 2010
El referí demasiado justo
El colorado De Felipe era referí. Contra la opinión general que lo acreditó como un bombero de cartel, quienes lo conocieron bien juran que nunca hubo un árbitro más justo. Tal vez era demasiado justo.
De Felipe no sólo evaluaba las jugadas para ver si sancionaba alguna infracción: sopesaba también las condiciones morales de los jugadores involucrados, sus historias personales, sus merecimientos deportivos y espirituales. Recién entonces decidía. Y siempre procuraba favorecer a los buenos y castigar a los canallas.
Jamás iba a cobrarle un penal a un defensor decente y honrado, ni aunque el hombre tomara la pelota con las dos manos. En cambio, los jugadores pérfidos, holgazanes o alcahuetes eran penados a cada intervención. Creía que su silbato no estaba al servicio del reglamento, sino para hacer cumplir los propósitos nobles del universo. Aspiraba a un mundo mejor, donde los pibes melancólicos y soñadores salen campeones y los cancheros y compadrones se van al descenso.
Parece increíble. Sin embargo, todos hemos conocido árbitros de locura inversa, amigos o lacayos de los sobradores, por temor a ser sus víctimas. Inflexibles con los débiles y condescendientes con los matones. Una tarde casi lo matan en Ciudadela. Los Hombres Sensibles de Flores lamentaron no haber estado allí, para hacerse dar una piña en su homenaje.
De Felipe no sólo evaluaba las jugadas para ver si sancionaba alguna infracción: sopesaba también las condiciones morales de los jugadores involucrados, sus historias personales, sus merecimientos deportivos y espirituales. Recién entonces decidía. Y siempre procuraba favorecer a los buenos y castigar a los canallas.
Jamás iba a cobrarle un penal a un defensor decente y honrado, ni aunque el hombre tomara la pelota con las dos manos. En cambio, los jugadores pérfidos, holgazanes o alcahuetes eran penados a cada intervención. Creía que su silbato no estaba al servicio del reglamento, sino para hacer cumplir los propósitos nobles del universo. Aspiraba a un mundo mejor, donde los pibes melancólicos y soñadores salen campeones y los cancheros y compadrones se van al descenso.
Parece increíble. Sin embargo, todos hemos conocido árbitros de locura inversa, amigos o lacayos de los sobradores, por temor a ser sus víctimas. Inflexibles con los débiles y condescendientes con los matones. Una tarde casi lo matan en Ciudadela. Los Hombres Sensibles de Flores lamentaron no haber estado allí, para hacerse dar una piña en su homenaje.
Alejandro Dolina, en "Crónicas del Ángel Gris"
Juego, tecnología y estrellas
Propongo: que el brillante Gustavo Arballo abandone el Derecho y se dedique pura y exclusivamente al fútbol, porque lo hace de modo estupendo y no hay otro que haga lo mismo: es como Carlos Tévez, un irremplazable. En su blog, usando supuestas palabras del presidente de la Corte Suprema de Justicia Ricardo Lorenzetti (cada partido lo "comentó" un ministro supremo) dice cosas esenciales y maravillosas como las que siguen.
- La gracia de los grandes equipos es tener un hardware y un sistema operativo que les permita sobrevivir, sin colapsar, jugando mal. Algo que fatalmente ocurre, siempre, porque nadie juega bien siete partidos seguidos.
En el mundial hay equipos que jugaron bien y casi siempre ganaron, y por supuesto equipos que jugaron mal y casi siempre perdieron. Alguno de ellos, por excepción, pudo haber empatado o sacado un triunfo pijotero jugando mal.
Lo que no había hasta ahora es un equipo que pudiera acreditar haber jugado mal, ver eclipsada su súper estrella, y aún así, ganar cómodamente. El triunfo de Argentina es mucho mejor que una goleada tardía, como la de Alemania. Es cualitativamente mejor porque ha ganado de un modo tal que nunca tuvo el partido en riesgo, mientras que si Alemania autoboicoteaba su ventaja temprana de dos goles iba a sentir en sus tripas un intenso olor a derrota posible.
Entre muchas otras razones para ser optimistas en el mundial, ahora tenemos ésta: Argentina fue el equipo que mejor jugó jugando mal. Un gran mal jugador, qué ideal de belleza.
(...)
Lo que no había hasta ahora es un equipo que pudiera acreditar haber jugado mal, ver eclipsada su súper estrella, y aún así, ganar cómodamente. El triunfo de Argentina es mucho mejor que una goleada tardía, como la de Alemania. Es cualitativamente mejor porque ha ganado de un modo tal que nunca tuvo el partido en riesgo, mientras que si Alemania autoboicoteaba su ventaja temprana de dos goles iba a sentir en sus tripas un intenso olor a derrota posible.
Entre muchas otras razones para ser optimistas en el mundial, ahora tenemos ésta: Argentina fue el equipo que mejor jugó jugando mal. Un gran mal jugador, qué ideal de belleza.
(...)
- El día de ayer es al viejo fútbol de escrutinio artesanal (a ojo desnudo) lo que el caso Carrasco fue al servicio militar. Este será el último mundial donde vamos a ver tipos que meten goles estando dos metros en offside, o tantos que no se cobran con la pelota una yarda adentro del arco. En un momento la FIFA jugó con el morbo que generaba el error arbitral. Ahora ya ha dejado de ser gracioso. Se verá desde luego la forma de limitarlo para que no sea un engorro, pero persistir en eso es como lo de los procesalistas que se negaban a mirar por el telescopio de Galileo.
Ahora, habiendo dicho esto, tengo que confesar que casi lloro cuando vi el incidente del gol en offside y lo que hizo el juez Rosetti. Hay que sentir (y esto es intransferible, yo no la sentí hasta que llegué a la Corte) esa amarga y sofocante tensión del que ve patentemente un error en el decisor y al mismo tiempo sabe que el recurso presentado no puede prosperar. También es instransferible sentir cómo se disipa mágicamente el problema poniendo nada más que un número arábigo de tres dígitos.
Pero estábamos con la tensión. Y entonces, qué hace uno. Recurre a una solución no prevista (mirar la pantalla) en aras de la justicia material, invocar la gravedad institucional del caso o el cuarto inciso no escrito del artículo catorce. O sigue la ley que le prohíbe hacerlo, los ápices procesales frustratorios. Qué preferimos, ser justos o ser legales.
La gran tentación es la de "hacer justicia", pero esa solución de egoístas y de inmaduros está fuera del rango de competencias de un juez. Porque sólo lo puede hacer asumiendo que tiene derecho a hacer cosas que el reglamento no le permite. Y si lo hace en este caso, toda su legitimidad quedará resentida porque pierde la base de su autoridad. Lo respalda el reglamento, como dice el positivista Apo, y ninguna otra cosa, agrego yo. Sin respaldo no somos nada, ni toga tenemos.
Si el juez italiano anulaba el gol luego de ver la repetición no podría negarse más tarde a hacer lo mismo con cualquier otra jugada que ocurriera en el partido. Sería él, y no Argentina, la primera víctima de su propia jurisprudencia. Desde ahí y hasta el final del mundial cada jugada polémica iba a suscitar la tentación de ver la repe recurriendo al "excepcional" precedente. Las consecuencias serán inmanejables. Si va a haber video ref, que sea por decisión normativa del legislador, no por soluciones casuísticas y pretorianas que por su discrecionalidad intrínseca son un llamamiento al botellazo.
Qué gran tentación resistió Rosetti. Qué afinado su cálculo de costos implícitos. Cómo ha honrado la enorme responsabilidad de la magistratura. Cómo ha asumido estoicamente las obvias calamidades personales que se seguían de su decisión, el descrédito infamante, el ser eyectado in límine del pool arbitral del mundial. Cómo ha incluso observado la neutralidad posterior, pues aún sabiendo que un equipo fue perjudicado no se indujo a "compensarlo" con fallos punitorios para el equipo rival.
Como me caben las generales de la ley, debo reconocer que hay acá algo que bien me decía Raúl por SMS: nos fanatiza la decisión de Rosetti, no sólo porque reduce poder punitivo, sino porque además nos conviene. Si no fuera así, todavía estaríamos puteando contra los ápices procesales frustratorios.
En el próximo acuerdo voy a ver si los convenzo para que pongamos una gigantografía de Andrés Rosetti ahi donde estaba la virgen.
Pero estábamos con la tensión. Y entonces, qué hace uno. Recurre a una solución no prevista (mirar la pantalla) en aras de la justicia material, invocar la gravedad institucional del caso o el cuarto inciso no escrito del artículo catorce. O sigue la ley que le prohíbe hacerlo, los ápices procesales frustratorios. Qué preferimos, ser justos o ser legales.
La gran tentación es la de "hacer justicia", pero esa solución de egoístas y de inmaduros está fuera del rango de competencias de un juez. Porque sólo lo puede hacer asumiendo que tiene derecho a hacer cosas que el reglamento no le permite. Y si lo hace en este caso, toda su legitimidad quedará resentida porque pierde la base de su autoridad. Lo respalda el reglamento, como dice el positivista Apo, y ninguna otra cosa, agrego yo. Sin respaldo no somos nada, ni toga tenemos.
Si el juez italiano anulaba el gol luego de ver la repetición no podría negarse más tarde a hacer lo mismo con cualquier otra jugada que ocurriera en el partido. Sería él, y no Argentina, la primera víctima de su propia jurisprudencia. Desde ahí y hasta el final del mundial cada jugada polémica iba a suscitar la tentación de ver la repe recurriendo al "excepcional" precedente. Las consecuencias serán inmanejables. Si va a haber video ref, que sea por decisión normativa del legislador, no por soluciones casuísticas y pretorianas que por su discrecionalidad intrínseca son un llamamiento al botellazo.
Qué gran tentación resistió Rosetti. Qué afinado su cálculo de costos implícitos. Cómo ha honrado la enorme responsabilidad de la magistratura. Cómo ha asumido estoicamente las obvias calamidades personales que se seguían de su decisión, el descrédito infamante, el ser eyectado in límine del pool arbitral del mundial. Cómo ha incluso observado la neutralidad posterior, pues aún sabiendo que un equipo fue perjudicado no se indujo a "compensarlo" con fallos punitorios para el equipo rival.
Como me caben las generales de la ley, debo reconocer que hay acá algo que bien me decía Raúl por SMS: nos fanatiza la decisión de Rosetti, no sólo porque reduce poder punitivo, sino porque además nos conviene. Si no fuera así, todavía estaríamos puteando contra los ápices procesales frustratorios.
En el próximo acuerdo voy a ver si los convenzo para que pongamos una gigantografía de Andrés Rosetti ahi donde estaba la virgen.
- Maradona siente como axioma que los superpoderes de este equipo (y su condición de campeonidad) están en Messi, y que esos superpoderes son tan frágiles como lo es la débil autoestima de Messi a extramuros de Barcelona. Entonces su ley primera es establecer y ratificar que Messi es la estrella del equipo, lo cual implica que nadie más puede serlo.
lunes, 28 de junio de 2010
El penta
Nada nuevo bajo el sol, amigos: ahí está Brasil, que es el de siempre, el pentacampeón que por algo será; el que tiene los mejores jugadores; el que se alegra de ser como es, el que ataca más allá del verso de que la dunganización lo convirtió en sistemático y defensivo.
Le pasó el trapo a Chile: fue 3 a 0 porque el partido quedó definido enseguida y prefirió perdonarlo y cuidar a sus tres estrellitas de ataque. Pudo ser un marcador más abultado, aprovechando también que la consabida honestidad brutal de Marcelo Bielsa iba a preparse para el partido como si fuera de igual a igual y no planeando otras metodologías de estorbo para esos deliciosos jugadores de fútbol.
Eso no debe impedir una certeza: en el principio no sonaba tan fácil, los caminos verdeamarelhos encontraban algún obstáculo en la presión de un Chile con la autoestima más alta que nunca en su historia.
El derrumbe acaeció, entonces, de un modo que Brasil también guarda en su guantera repleta de recursos: la pelota parada. Centro perfecto y cabezazo rotundo de Juan, uno de esos defensores altos que vienen desde el fondo y dan miedo en el área rival.
Luis Fabiano, animal del área, hizo una parecida a la del Pipita Higuaín para poner el 2 a 0 en un contraataque magistral que hay que ver mil veces, sobre todo por el movimiento sabio y veloz de ese jugadorazo (¿el mejor del mundo?) que es Kaká: picó 25 metros sabiendo exactamente el lugar en el que debía ponerse y calculando tiempos, espacios y lugares para tocarla de primera sin que el goleador quede en off-side. Kaká es un monstruo, completito y redondo como jugador: es capaz de gambetear y tiene una velocidad de sexta marcha, pero mucho antes que eso -mucho mejor que eso- tiene una concepción del juego como un hecho colectivo que le hace ser un maestro de la sencillez para aprovecharse de las virtudes de sus comapañeros y de los defectos del rival.
Después llegó el gol de Robinhio, que hasta entonces no había hecho mucho, para demostrar que hasta cuando juega mal define cosas.
Al margen de sus individualidades de ofensiva, Brasil es el gran gigante otra vez porque respeta su historia: es sin dudas el mejor equipo desde el punto de vista técnico; todos sus jugadores tienen buen pie y una pegada que a cualquiera de los que estén en cancha lo hace candidato a un golazo de media distancia al estilo Carlitos Tévez contra México.
Otro detalle: hasta este partido, Felipe Melo -por decirlo de algún modo, su Mascherano- parecía insustituble. No estuvo y no se notó. Otro que había sumado grandes porotos surcando la banda derecha fue Elano (hizo 2 goles en la primera ronda). Tampoco estuvo y Dani Alves lo suplantó a su altura, o mejor.
Por la contra, debe decirse que el recambio que parece tener en ese sector del campo es posible que no lo encuentre arriba, y de ahí la decisión de Dunga de hacer descansar a su tridente. Para seguir con los burdos ejemplos: Messi-Higuaín tienen en Agüero-Milito reemplazantes más incisivos, peligrosos y parejos que lo que parecen Nilmar y Baptista.
Chile hizo unas aproximaciones sobre el final, con el partido ya liquidado. Poco y nada. Pero la verdad que fue más de lo esperable para el Chile histórico, que tuvo la mala suerte de cruzarse tan temprano con los dos máximos candidatos al título (el otro fue España), de quedarse con el goleador rengo (Chupete Suazo) y de sumar suspensiones fruto de la entusiasta enjundia a la hora de meter presión.
Más allá del resultado, Bielsa logró algo magistral: convenció a sus jugadores de una idea generosa y los comprometió tanto con esa ambición que para darse cuenta de que no eran realmente un equipo grande tuvieron que caer nada menos que ante dos gigantes.
El revés de esa trama puede analizarse también así: Chile fue un equipo muy convencido, tal vez el más convencido de todo el Mundial, pero a la vez convencido de una falsa verdad, porque nunca fue cierto que pudiera estar a la altura de los más grandes.
Brasil ya había sorteado sin obstáculos su grupo. Todos sabemos que le gusta ir de menor a mayor, va acomodándose a la competencia, haciéndose amigo de la pelota: venció sin convencer demasiado a Corea del Norte, ganó claramente con Costa de Marfil. Y con Portugal (0-0) exhibió sus mayores problemas: ese día aparecieron grietas defensivas, espacios aprovechables en las espaldas de sus laterales Maicon y Bastos (casi dos atacantes, que por lógica otorgan alguna ventajita a la hora de protegerse): Holanda, con Roben y sus inquietos mosqueteros de ofensiva, puede hacerle daño en los cuartos de final.
Otro punto en el que Brasil parece en deuda es su capacidad de reaccionar ante la adversidad. Así como en el rubro de la técnica roba por escándalo a cualquiera, en el partido de los ánimos puede dejar algo que desear. Los campeones también tienen que dar muestras de templanza. Hasta ahora a Brasil no le ha tocado ir en desventaja, ni sentirse dominado o sin el control del partido, pero en algunas ráfagas de sus choques con Costa de Marfil y Portugal -e incluso en los primeros minutos contra Chile- puso en evidencia algunas muestras de intolerancia que si se repiten le pueden jugar en contra.
Le pasó el trapo a Chile: fue 3 a 0 porque el partido quedó definido enseguida y prefirió perdonarlo y cuidar a sus tres estrellitas de ataque. Pudo ser un marcador más abultado, aprovechando también que la consabida honestidad brutal de Marcelo Bielsa iba a preparse para el partido como si fuera de igual a igual y no planeando otras metodologías de estorbo para esos deliciosos jugadores de fútbol.
Eso no debe impedir una certeza: en el principio no sonaba tan fácil, los caminos verdeamarelhos encontraban algún obstáculo en la presión de un Chile con la autoestima más alta que nunca en su historia.
El derrumbe acaeció, entonces, de un modo que Brasil también guarda en su guantera repleta de recursos: la pelota parada. Centro perfecto y cabezazo rotundo de Juan, uno de esos defensores altos que vienen desde el fondo y dan miedo en el área rival.
Luis Fabiano, animal del área, hizo una parecida a la del Pipita Higuaín para poner el 2 a 0 en un contraataque magistral que hay que ver mil veces, sobre todo por el movimiento sabio y veloz de ese jugadorazo (¿el mejor del mundo?) que es Kaká: picó 25 metros sabiendo exactamente el lugar en el que debía ponerse y calculando tiempos, espacios y lugares para tocarla de primera sin que el goleador quede en off-side. Kaká es un monstruo, completito y redondo como jugador: es capaz de gambetear y tiene una velocidad de sexta marcha, pero mucho antes que eso -mucho mejor que eso- tiene una concepción del juego como un hecho colectivo que le hace ser un maestro de la sencillez para aprovecharse de las virtudes de sus comapañeros y de los defectos del rival.
Después llegó el gol de Robinhio, que hasta entonces no había hecho mucho, para demostrar que hasta cuando juega mal define cosas.
Al margen de sus individualidades de ofensiva, Brasil es el gran gigante otra vez porque respeta su historia: es sin dudas el mejor equipo desde el punto de vista técnico; todos sus jugadores tienen buen pie y una pegada que a cualquiera de los que estén en cancha lo hace candidato a un golazo de media distancia al estilo Carlitos Tévez contra México.
Otro detalle: hasta este partido, Felipe Melo -por decirlo de algún modo, su Mascherano- parecía insustituble. No estuvo y no se notó. Otro que había sumado grandes porotos surcando la banda derecha fue Elano (hizo 2 goles en la primera ronda). Tampoco estuvo y Dani Alves lo suplantó a su altura, o mejor.
Por la contra, debe decirse que el recambio que parece tener en ese sector del campo es posible que no lo encuentre arriba, y de ahí la decisión de Dunga de hacer descansar a su tridente. Para seguir con los burdos ejemplos: Messi-Higuaín tienen en Agüero-Milito reemplazantes más incisivos, peligrosos y parejos que lo que parecen Nilmar y Baptista.
Chile hizo unas aproximaciones sobre el final, con el partido ya liquidado. Poco y nada. Pero la verdad que fue más de lo esperable para el Chile histórico, que tuvo la mala suerte de cruzarse tan temprano con los dos máximos candidatos al título (el otro fue España), de quedarse con el goleador rengo (Chupete Suazo) y de sumar suspensiones fruto de la entusiasta enjundia a la hora de meter presión.
Más allá del resultado, Bielsa logró algo magistral: convenció a sus jugadores de una idea generosa y los comprometió tanto con esa ambición que para darse cuenta de que no eran realmente un equipo grande tuvieron que caer nada menos que ante dos gigantes.
El revés de esa trama puede analizarse también así: Chile fue un equipo muy convencido, tal vez el más convencido de todo el Mundial, pero a la vez convencido de una falsa verdad, porque nunca fue cierto que pudiera estar a la altura de los más grandes.
Brasil ya había sorteado sin obstáculos su grupo. Todos sabemos que le gusta ir de menor a mayor, va acomodándose a la competencia, haciéndose amigo de la pelota: venció sin convencer demasiado a Corea del Norte, ganó claramente con Costa de Marfil. Y con Portugal (0-0) exhibió sus mayores problemas: ese día aparecieron grietas defensivas, espacios aprovechables en las espaldas de sus laterales Maicon y Bastos (casi dos atacantes, que por lógica otorgan alguna ventajita a la hora de protegerse): Holanda, con Roben y sus inquietos mosqueteros de ofensiva, puede hacerle daño en los cuartos de final.
Otro punto en el que Brasil parece en deuda es su capacidad de reaccionar ante la adversidad. Así como en el rubro de la técnica roba por escándalo a cualquiera, en el partido de los ánimos puede dejar algo que desear. Los campeones también tienen que dar muestras de templanza. Hasta ahora a Brasil no le ha tocado ir en desventaja, ni sentirse dominado o sin el control del partido, pero en algunas ráfagas de sus choques con Costa de Marfil y Portugal -e incluso en los primeros minutos contra Chile- puso en evidencia algunas muestras de intolerancia que si se repiten le pueden jugar en contra.
Holandoargentina
Holanda hizo lo que tenía que hacer, y sin despeinarse: ya está en los cuartos de final con el mismo paso triunfal que la Argentina, y de la mano de algunas otras coincidencias.
La Naranja, como nuestra Selección Nacional y Popular, ganó los 4 partidos que jugó. Y también es cierto -en ambos casos- que se toparon con rivales no del todo potentes. Pero además Holanda y Argentina tienen un estilo de juego con algunas similitudes: buen trato de la pelota, apuesta a los desequilibrios individuales, ciertas debilidades defensivas, problemas cuando el balón lo maneja el rival.
Frente a Eslovenia, y como se preveía, Holanda lo definió en un par de ráfagas, aunque etregó su valla invicta en el último segundo (un penal que transformó en gol Vittek, delantero que hasta ahora juega en el fútbol turco pero como premio a un interesantísimo Mundial -conquistó 4 goles- seguro será llamado desde alguna liga más importante).
Antes, sólo durante 5 minutos su victoria cómoda estuvo en riesgo: el arquero Stekelemburg mostró en un par de ocasiones que también tiene jerarquía para este nivel. Antes y después de esos sofocones, Eslovenia dejó en claro que ya estaba de más en el Mundial: el daño importante, dejar afuera a Italia, ya lo había hecho.
Holanda ha demostrado hasta ahora -contra Japón, Dinamarca, Camerún y Eslovenia- que es un equipo con buen rodaje, bien armado, seguro de sí mismo y que tiene lo que está empujando a los mejores hacia el momento de la definición: grandes jugadores, desequilibrantes, en la ofensiva. De esos que definen una historia por su cuenta.
Así como Higuaín y Tévez aparecieron por las suyas para llevarse un par de partidos, esta vez fue Roben el que demostró que está entre los mejores del mundo. Roben, que venía de una lesión, sólo había entrado contra Camerún durante un picante cuarto de hora: ese día tocó la pelota una vez y metió un furibundo remate en el palo.
Esta vez no iban ni 20 cuando hizo la jugada típica, la que a Messi todavía no se le convierte en gol: regate desde la derecha hacia el centro, buscando el perfil zurdo y el tiro al arco. Golazo, abajo, contra el primer palo. Otra muy parecida se la sacó el arquero y los dos pases de gol que sirvió no terminaron adentro por poco.
Roben es una especie de Messi, encarador, gambeteador, puzante, menos veloz que el argentino pero más maduro (tiene 3 años y medio más), lo que le permite ser más cuidadoso con la pelota, elegir más oportunamente los lugares y momentos donde arriesgar.
Y no es lo único que tiene Holanda. Además de la peligrosidad con subibajas de Van Persie y el petiso Kuyt, en los pies del 10 hay una buena porción de los éxitos naranjas: Sneijder, el todoterreno del Inter, tiene aportes riquelmeanos, incluyendo su capacidad goleadora. Es un jugador de dinámica admirable, con una pegada de clase ejecutiva, y en el que resaltan la inteligencia, la capacidad de hacer jugar a los otros y la perspicacia para entender las mejores virtudes de sus compañeros. Es como un Verón con 9 años menos.
Todo eso ofrece Holanda como candidata a estar en la final. Y más coincidencias tiene con Argentina en un punto: cuando la atacaron -que ocurrió poco- tuvo problemas bastante serios.
domingo, 27 de junio de 2010
Una pirateada y una mejicaneada
Los alemanes piratearon a los ingleses y los argentinos mejicaneamos a los aztecas: un par de vergüenzas arbitrales fueron las que empezaron a definir seriamente los octavos de final.
La terna uruguaya se quedó con un gol de Lampard que era el empate 2-2 de un partidazo, la terna italiana se comió un clarísimo off-side de Carlitos Tévez, habilitado por la nada en el 1-0.
Después, cada cual hizo lo suyo con esa ventaja: Alemania la administró, se lució y goleó. Argentina estiró la ventaja con más pena que gloria. Los dos demostraron ser mejores que sus rivales, pese a la mancha imborrable de esos errores arbitrales garrafales, encima denunciados in fraganti por la tecnología.
Un puñado de conclusiones sobre el juego de la Selección.
-Fue el peor partido de Argentina. El rival quizá fue el más serio de los enfrentados hasta ahora, pero tampoco podemos creer que Méjico es una potencia. Un par de ejemplos: un equipo en el que ataja el Conejo Pérez y en el que es titular el Bofo Bautista, ¿puede tener -de veras- alguna aspiración de llegar al famoso quinto partido?
-Hasta el momento del vergonzoso 1-0, Méjico no sólo había sido mejor sino que por minutos se llevó por delante a Argentina. Pudieron ponerse en ventaja. Ese gol tan viciado de nulidad enrareció hasta el clima. Nunca fue tan deseado que dieran marcha atrás con una decisión de ese tipo, para no torcer de semejante modo una historia deportiva. Me acordé de Cachito Vigil, el DT de Las Leonas famoso por su fair play. Pero el hockey no es fútbol.
-No es novedad, pero se entiende porqué Carlos Tévez es el que no puede faltar.
-Sí es novedad: a veces se entiende porqué Gabriel Heinze es tan importante en este equipo. Hoy sacó todo, bancó el lateral izquierdo en los peores momentos y pese a la ausencia sin aviso de Di María, que con la actuación de hoy completó méritos como para dejar de ser titular.
-Un acierto de Diego: Otamendi cumplió como lateral derecho y derribó esas discusiones sobre si los defensores/jugadores son “centrales por naturaleza” o qué. Otamendi marcó como un lateral, tuvo criterio de lateral, velocidad de lateral y metió un centro digno del mejor Cafú en esa jugada que al Pipita se le “resbaló” en la cabeza.
-Un error de Diego: mandó a Verón a la cancha justamente por Carlitos Tévez. Pudo haber sido una maniobra para cuidar a su mejor jugador con vistas al partido con Alemania, pero faltaba demasiado tiempo como para dar por cocinado el partido. Ese cambio probablemente hubiera sido por Messi, en condiciones normales: si la estrella ya hubiera marcado algún gol. De todos modos ya es hora de que el equipo, que se ha demostrado en su juego absolutamente messindependiente, deje de trabajar tanto para su figura, al menos si esa tendencia perjudica el interés del conjunto. Por momentos da la sensación de que el viejo lema mosquetero “todos para uno y uno para todos” la Selección lo ha reformulado de modo injusto con un “todos para Messi y Tévez para todos”: a Messi lo miman, lo aguantan, lo contienen y le dan los gustos para ver si por fin mete un gol; a Tévez -porque siempre da- le piden que corra, que meta, que gambetee, que banque patadas, que haga goles, que retroceda y que salga en el final de la fiestita...
-El ingreso de Verón, de todos modos, era cantado. Incluso queda planteado el interrogante respecto de si no debió estar desde el inicio. Argentina nunca le encontró la vuelta al partido, más allá de los regalos que pusieron el marcador 2-0 en un ratito. La ausencia de Verón se sintió y el funcionamiento de Argentina fue el peor desde el inicio del torneo, sólo con los puntos altos ya citados (Otamendi, Heinze, Tévez) y Mascherano.
-La definición de Higuaín en el segundo gol fue una delicia. Después del yerro mejicano, enfrentó al arquero y le hizo una de fútbol 5: pisó la pelota y se la llevó para la zurda con la suela derecha. Una jerarquía descomunal, que es la que le da miedo a cualquier rival, y que se repite en otros argentinos que están a mano del DT: Agüero, Milito, Messi, hasta Pastore...
-Messi, puntualmente, pareció adherido al Día Nacional del Boludo. Desde el primer gran partido contra Nigeria, jugó cada vez peor. Tal vez es momento de que explote, en el buen sentido. Sus falencias de hoy, en parte, son su culpa, porque cuando sus gambetas no le salen -que puede pasar- no muestra una actitud combativa; en parte es culpa nuestra, que probablemente esperamos de Messi más de lo que realmente puede dar; en parte es culpa del DT, que insiste en colocarlo en una posición demasiado retrasada, en la que no causa tanto daño a los rivales y en la que es más fácil marcarlo. Otra vez tuvo mala suerte (o se encontró con una gran atajada del Conejo Pérez) en el intento del final. Sigue sin hacer goles. Pero así de negativo como parece ese dato, puede cargarse de optimismo. Rooney tampoco hizo algún gol, y ya se volvió para Inglaterra. Además, la verdad, ¿no es un encanto haber llegado a cuartos de final contra Alemania sin que Messi haya mojado todavía? ¿Cuánto más creen que puede mantenerse esa sequía?
La terna uruguaya se quedó con un gol de Lampard que era el empate 2-2 de un partidazo, la terna italiana se comió un clarísimo off-side de Carlitos Tévez, habilitado por la nada en el 1-0.
Después, cada cual hizo lo suyo con esa ventaja: Alemania la administró, se lució y goleó. Argentina estiró la ventaja con más pena que gloria. Los dos demostraron ser mejores que sus rivales, pese a la mancha imborrable de esos errores arbitrales garrafales, encima denunciados in fraganti por la tecnología.
Un puñado de conclusiones sobre el juego de la Selección.
-Fue el peor partido de Argentina. El rival quizá fue el más serio de los enfrentados hasta ahora, pero tampoco podemos creer que Méjico es una potencia. Un par de ejemplos: un equipo en el que ataja el Conejo Pérez y en el que es titular el Bofo Bautista, ¿puede tener -de veras- alguna aspiración de llegar al famoso quinto partido?
-Hasta el momento del vergonzoso 1-0, Méjico no sólo había sido mejor sino que por minutos se llevó por delante a Argentina. Pudieron ponerse en ventaja. Ese gol tan viciado de nulidad enrareció hasta el clima. Nunca fue tan deseado que dieran marcha atrás con una decisión de ese tipo, para no torcer de semejante modo una historia deportiva. Me acordé de Cachito Vigil, el DT de Las Leonas famoso por su fair play. Pero el hockey no es fútbol.
-No es novedad, pero se entiende porqué Carlos Tévez es el que no puede faltar.
-Sí es novedad: a veces se entiende porqué Gabriel Heinze es tan importante en este equipo. Hoy sacó todo, bancó el lateral izquierdo en los peores momentos y pese a la ausencia sin aviso de Di María, que con la actuación de hoy completó méritos como para dejar de ser titular.
-Un acierto de Diego: Otamendi cumplió como lateral derecho y derribó esas discusiones sobre si los defensores/jugadores son “centrales por naturaleza” o qué. Otamendi marcó como un lateral, tuvo criterio de lateral, velocidad de lateral y metió un centro digno del mejor Cafú en esa jugada que al Pipita se le “resbaló” en la cabeza.
-Un error de Diego: mandó a Verón a la cancha justamente por Carlitos Tévez. Pudo haber sido una maniobra para cuidar a su mejor jugador con vistas al partido con Alemania, pero faltaba demasiado tiempo como para dar por cocinado el partido. Ese cambio probablemente hubiera sido por Messi, en condiciones normales: si la estrella ya hubiera marcado algún gol. De todos modos ya es hora de que el equipo, que se ha demostrado en su juego absolutamente messindependiente, deje de trabajar tanto para su figura, al menos si esa tendencia perjudica el interés del conjunto. Por momentos da la sensación de que el viejo lema mosquetero “todos para uno y uno para todos” la Selección lo ha reformulado de modo injusto con un “todos para Messi y Tévez para todos”: a Messi lo miman, lo aguantan, lo contienen y le dan los gustos para ver si por fin mete un gol; a Tévez -porque siempre da- le piden que corra, que meta, que gambetee, que banque patadas, que haga goles, que retroceda y que salga en el final de la fiestita...
-El ingreso de Verón, de todos modos, era cantado. Incluso queda planteado el interrogante respecto de si no debió estar desde el inicio. Argentina nunca le encontró la vuelta al partido, más allá de los regalos que pusieron el marcador 2-0 en un ratito. La ausencia de Verón se sintió y el funcionamiento de Argentina fue el peor desde el inicio del torneo, sólo con los puntos altos ya citados (Otamendi, Heinze, Tévez) y Mascherano.
-La definición de Higuaín en el segundo gol fue una delicia. Después del yerro mejicano, enfrentó al arquero y le hizo una de fútbol 5: pisó la pelota y se la llevó para la zurda con la suela derecha. Una jerarquía descomunal, que es la que le da miedo a cualquier rival, y que se repite en otros argentinos que están a mano del DT: Agüero, Milito, Messi, hasta Pastore...
-Messi, puntualmente, pareció adherido al Día Nacional del Boludo. Desde el primer gran partido contra Nigeria, jugó cada vez peor. Tal vez es momento de que explote, en el buen sentido. Sus falencias de hoy, en parte, son su culpa, porque cuando sus gambetas no le salen -que puede pasar- no muestra una actitud combativa; en parte es culpa nuestra, que probablemente esperamos de Messi más de lo que realmente puede dar; en parte es culpa del DT, que insiste en colocarlo en una posición demasiado retrasada, en la que no causa tanto daño a los rivales y en la que es más fácil marcarlo. Otra vez tuvo mala suerte (o se encontró con una gran atajada del Conejo Pérez) en el intento del final. Sigue sin hacer goles. Pero así de negativo como parece ese dato, puede cargarse de optimismo. Rooney tampoco hizo algún gol, y ya se volvió para Inglaterra. Además, la verdad, ¿no es un encanto haber llegado a cuartos de final contra Alemania sin que Messi haya mojado todavía? ¿Cuánto más creen que puede mantenerse esa sequía?
Dos potencias se saludan
Un partido cargado de historia -¿más historia que presentes?- protagonizarán Alemania e Inglaterra, dos auténticas potencias, por los octavos de final: se han visto cara a cara en choques inolvidables como la final del '66 en Wembley o aquella semifinal que terminó a los penales en Italia '90.
Los dos fueron campeones del Mundo y son candidatos a quedarse con la Copa en Sudáfrica 2010, pese al paso irregular que tuvieron en la primera fase. Un detalle: el árbitro será el uruguayo Jorge Larrionda, que tiene sus cositas...
Algunas claves pueden ser:
-Alemania es un equipo joven: eso puede ser una virtud a la hora de la vitalidad en la pelea, pero también un costo por la falta de experiencia en este tipo de choques.
-Inglaterra jugó su mejor partido (y lo hizo para muy bien) cuando estuvo bajo presión: le ganó a Eslovenia el partido final de la primera ronda, obligado al triunfo para clasificar, y ese día aparecieron las mejores virtudes del equipo, que habían estado ausentes en los dos cotejos anteriores.
-Alemania jugó un partido perfecto contra Australia, el día en que la goleó, pero después cayó derrotada increíblemente contra Serbia y zafó gracias a su victoria frente a Ghana, que ahora se descubre que no es tan mal equipo.
-Inglaterra le iba ganando a Estados Unidos, pero pagó carísimo el error de su arquero Green, al punto que no volvió más al equipo y le dejó su lugar a David James, alguien que hasta ahora no metió la pata, pero no otorga justamente seguridad. Neuer, el arquero alemán, tampoco es Schumacher ni Oliver Kahn.
-Alemania tiene para ofrecer no sólo su clásico orden y funcionamiento colectivo, sino también algunos chispazos de fútbol latino -que salen de los pies de Oezil, Lahm o Podolski- y un goleador como Klose.
-Inglaterra tiene su receta de siempre, los centros, como arma principal, pero también ofrece estrategas y bordadores como Lampard y Gerrard y un delantero picantísimo como Rooney: es una mala noticia para Alemania que Rooney todavía no haya convertido goles (le pasó cerca varias veces, como Messi), porque seguro que no va a pasar mucho más tiempo más en esa situación...
sábado, 26 de junio de 2010
Celeste y negro
A los uruguayos les encanta ganar así. A todos, en realidad, nos encanta ganar así: apretados, haciendo el aguante, bajo la lluvia, pegándole un último puntazo a la angustia antes de que termine el partido. El sabor de las victorias sufridas se disfruta especialmente.
Así, muy a lo uruguayo, la Celeste vamo' arriba se metió en los cuartos de final.
Le ganó al generoso equipo coreano, que hizo goles en todos los partidos, que lo apretó durante casi una hora hasta empatarle 1-1 y que no se lo volvió a igualar porque entre el agua, el barro y el aguabarroso Lugano la sacaron antes de que cruce la línea.
Era lógico y fue justo: Uruguay ya está entre los 8 mejores.
Premio a esos zagueros centrales que dejan alma y vida, con Lugano como abanderado (aunque a veces te deje a pata porque puede hacerse echar -detalle que parece ir mejorando con la edad- es un defensor de la gran puta, no sólo por aguerrido y valiente, sino también por bien ubicado y por condiciones técnicas); a ese volante que es Diego Pérez, y que es uno solo aunque a veces parece que tuviera un gemelo jugando en otra zona de la cancha; y a ese par de delanteros que se entienden de maravillas, que son solidarios entre sí y que andan en buena racha, así que agarrate: Diego Forlán -no pone peros cuando tiene que dejar de lucirse-, y el Zorro Suárez, que se consagró con dos goles -el segundo, una belleza- en el nivel internacionalísimo.
Lo que se les viene es Ghana, que consiguió finalmente un poco de respeto por el fútbol africano, ganándole a un Estados Unidos apagado, que -como ya han hecho algunos otros equipos- ni siquiera apeló en los minutos finales a la ambición desesperada para no quedarse afuera. Por más que el arquero fue a cabecear en un centro, a los yanquis -sin embargo tan gustosos de esas películas baratas con hazañas deportivas de finales felices- les faltó un libretista que los empujara al menos a buscar la gloria desde el desenfreno.
Y eso que estaba todo más o menos preparado: hubo alargue y jugadores que corrieron hasta 15 kilómetros, como si estuvieran en Hollywood. Pero no.
El show de todos modos no faltó: Mick Jagger estuvo en la tribuna como si fuera americano de la primera hora, y también Bill Clinton asomó por allí para gritar la victoria contra un representante del tercermundismo, que en este caso no ocurrió.
Los ghaneses son de considerar, porque tienen en el arquero Kingson a uno de los mejores del Mundial -hoy ratificó lo que había mostrado en los otros encuentros- y porque por algo llegaron hasta allí, pese a que tuvieron en su camino obstáculos del nivel de Alemania (perdieron por poco) y Serbia (ganaron por poco).A simple vista parecen un poco menos que los hermanos sudamericanos, que tienen -sobre todo- el detalle que sirve para ganar los partidos: delanteros encendidos y de jerarquía.
Vamo' arriba la Celeste
A partir de la desvencijada imagen que Corea del Sur dejó frente a Argentina el día de la goleada con los 3 del Pipita, puede caerse en el apresuramiento de dar por descontado que Uruguay le pasará el trapo en el choque que inaugurará los octavos de final.
Pero cuidado: Corea puede volverse un equipo incómodo si abandona el excesivo respeto por lo que tiene enfrente.
Lo demostró en este mismo torneo, no sólo ante Grecia cuando la pasó por arriba y en el empate que cosechó frente a Nigeria para clasificar, sino también contra la propia Argentina cuando se quedó sin nada que perder, se animó a salir un poco más y metió en el mediocampo una presión interesante, a partir de las características físicas de la mayoría de sus integrantes.
Desde ya que Uruguay tiene unos porotos más de su lado, porque además de ser un equipo insoportablemente aguerrido (muerde atrás y en el medio, se esfuerza solidariamente, tiene una organización que compensa algunas limitaciones de sus individualidades) también tiene en la ofensiva la amenaza siempre presente de un goleador de los buenos como es Forlán y del Zorro Suárez en buena racha.
Está claro que será una lucha sin cuartel en el medio, al menos hasta que alguna situación rompa la paridad.
En el otro partido de la jornada, Estados Unidos es favorito ante Ghana, aunque no quiere decir que cuente con grandes ventajas.
Durante la primera ronda, los yanquis se quedaron merecidamente con el primer lugar de su grupo -aunque tuvieron que sufrir y llegaron con un gol sobre la hora-, mientras que los africanos pasaron con lo justo (finalmente, gracias a un penal contra Serbia), y ya conociendo el gusto de la derrota (ante un grande como Alemania).
El destino de Ghana depende directamente de su arquero Kingson (hasta ahora muy seguro) y de Asamoah, que casi todo lo que tiene a mano lo tira para el lado del arco rival.
Lo que tiene Estados Unidos para aportar a un partido lindo de ver, es que ataca permanentemente. Y lo hace, incluso, con criterio, a partir de lo que ofrecen el negro Altidore bien arriba y ese volante completito que es Donovan, quien -créase o no- es hasta ahora uno de los mejores jugadores del Mundial.
viernes, 25 de junio de 2010
Empieza lo mejor
Arrancan los octavos de final, que son eso que algunos llaman “el inicio del Mundial”. Una verdad muy a medias, como supimos en 2002 cuando no pasamos de esa primera fase, y como ahora bien lo saben -lo padecen- Italia, Francia o los locales.
Es decir: el Mundial arranca en la primera fase, y sigue sólo si se supera esa instancia, de apariencia sencilla y que sin embargo puede ser tan dramática.
Esa primera ronda sirve, además, para posicionarse de determinado modo frente a lo que viene después: uno sale de esa primera fase fortalecido o debilitado, optimista o no tanto, de buen humor o golpeado, con la autoestima alta o baja, con lesionados o sin ellos, con suspendidos o sin ellos.
Argentina sale de esa primera fase de manera poco menos que inmejorable: no sólo ganó los 3 partidos sino que tuvo tiempo de hacer descansar a unas cuantas figuras y de cobrar conciencia del saludable recambio que Maradona tiene a mano. También le sirvió esa instancia para ver que Messi está vivo y, en general, no es el hermano malo de las Eliminatorias.
La Selección, desde ya, luce ahora muchísimo mejor parada de lo que estaba cuando llegó a Sudáfrica. Sería importante, eso sí, que los protagonistas puedan gambetear el maldito triunfalismo que contagia a ciertos personajes mediáticos y a los hinchas que menos saben de fútbol, que andan tocando la vuvuzela como si Argentina ya hubiera cumplido algún objetivo o como si no hubiera tenido de rivales a los equipos más débiles del Mundial (exceptuando a Honduras y Corea del Norte).
El arranque de la segunda ronda, además, tiene otro detalle optimista: pasaron los mejores equipos. No hay ninguno de los 16 que haya llegado de pedo, o por alguna injusticia flagrante.
Aún los que en esa lista asoman, siempre supuestamente, como peores equipos -Corea del Sur y Ghana- hicieron más méritos que los que dejaron afuera en sus grupos. Incluso puede decirse, a riesgo de que sea una afirmación muy general o apresurada, que también pasaron de ronda los equipos más ambiciosos y generosos, los que más fueron a buscar.
Ojalá se mantenga esa tendencia a partir de ahora, que viene lo mejor...
Maradó
(...)
Yo tengo una perspectiva más bien social, transpersonalista, y creo que la clave de Maradona está en esa sintonía. Con la mística de la confianza, con la pedagogía de la autonomía, Maradona conduce no conduciendo. Menos es más. Democracia deliberativa y delegativa no son excluyentes. Maradona no hiere la autoestima del otro con instrucciones o preceptos: se centra en enumerar objetivos ("entrá y definímelo") asumiendo que el destinatario tiene discrecionalidades y aptitudes para cumplir con la orden. Las expectativas alimentan al sujeto y el sujeto se las come.
(Brillante Gustavo Arballo en su blog Saber Derecho).
Verón sí, Verón no: los pro y los contra
Parece que el Diego optó por dejar a Verón fuera del equipo que enfrentará a Méjico el domingo. La decisión, a priori, tiene sus costos y sus beneficios. El asunto es si era justo este el partido en que Verón no tenía que estar.
De movida, la situación de la Bruja es -como tantas otras individualidades de la Selección- especial.
Su edad, su estado físico que obviamente no es el de años antes, le quitan presencia física en esa zona fundamental donde empiezan a definirse los partidos, que es la media cancha. No hay dudas de que, en ese sentido, el aporte de Maxi Rodríguez suma más vitalidad, y también más chances de aproximarse al gol (y los mejicanos a lo mejor le tienen un poco de miedo, porque fue el que los vacunó en 2006).
Pero también es verdad que Verón, con su juego, contagia a este equipo otras cosas: seguridad en el manejo de la pelota, además de experiencia. En ocasiones, la Bruja es la brújula. A veces parece el "padrino" de Messi, aunque en ocasiones haya exagerado en afán de hacerlo sentir bien al nene, entregándole todas las pelotas -aún aquellas que no debía darle- y contenerlo con gestos y palabras.
Verón es también fundamental en el manejo de la pelota parada. No quiere decir que no se lo pueda reemplazar de algún modo: el mismo Maxi y Tévez han demostrado interesantes pegadas de derecha, incluso en este Mundial. Pero no hay dudas de que Verón es un especialista.
Méjico es un rival que se caracteriza por la posesión de la pelota: la tiene, la maneja bien, lateraliza el juego. No es, posiblemente, demasiado punzante, pero tiene la pelota. Hay dos lecturas de esa característica del rival: un modo de resolver el problema que presenta es que Argentina tenga la pelota y no se la ceda al rival; el otro, aprovechar ese estilo para robar en el medio y salir disparado rápido en contraataque. Quizá esta última sea la apuesta con Maxi en el medio.
Un detalle es que Maxi conoce bastante al entrenador mejicano: lo tuvo como DT mucho tiempo en el Atlético de Madrid.
La ausencia de Verón podía preveerse -en este post se anticipó que actuando del modo en que lo hizo contra Grecia, aún sin jugar mal, ponía en riesgo su lugar en el equipo- pero a lo mejor justo en este partido, contra este rival, era necesario.
Su ausencia contra Corea, por un lado, demostró claramente que se puede sobrevivir sin Verón en la cancha; y por otro, desnudó algunos problemas para tener la pelota e incluso para pararse mejor defensivamente: ocurrió en los primeros minutos del segundo tiempo. Cuando Verón salió frente a Nigeria, en los últimos minutos, Argentina también perdió un poco el rumbo y el dominio del partido (del terreno, del balón, de los tiempos).
Los que más pueden sufrir esa ausencia son Mascherano -a quien Verón le sirve como rueda de auxilio no tanto por sus condiciones físicas sino por su ubicuidad y experiencia- y Messi, que además de sentirse acompañado anímicamente por la Bruja, cuando Verón está en la cancha puede irse un poco más arriba, donde de veras es necesario.
Sin Verón, está claro que el equipo tendrá más velocidad, con el riesgo de caer en el vértigo; y evitará la parsimonia dejando de lado la apuesta de encontrar pausa o paciencia.
Méjico también es un equipo que utiliza con insistencia -y cierta pericia- las bandas. Y no es precisamente una especialidad de Verón contener los avances rivales por ese sector de la cancha.
La nueva disposición del equipo es una apuesta a otra juventud: eso tiene sus virtudes y beneficios, pero también arrastra algunos inconvenientes, sobre todo cuando se trata del primer partido que se juega a todo o nada. A veces, en esas ocasiones, hace falta un experimentado en asuntos de ese tipo. Tampoco es que Argentina presentará un sub-17 o no tendrá en cancha tipos con mucha historia sobre el lomo: hay unos cuantos que ya han jugado partidos de este tipo.
Lo que está claro es que se trata de una nueva apuesta maradoniana. Y desde ya, la salida del equipo titular no quiere decir -para nada- que Verón no va a estar a mano en el banco si en algún momento hace falta su pegada, su sapiencia o su inteligencia.
De movida, la situación de la Bruja es -como tantas otras individualidades de la Selección- especial.
Su edad, su estado físico que obviamente no es el de años antes, le quitan presencia física en esa zona fundamental donde empiezan a definirse los partidos, que es la media cancha. No hay dudas de que, en ese sentido, el aporte de Maxi Rodríguez suma más vitalidad, y también más chances de aproximarse al gol (y los mejicanos a lo mejor le tienen un poco de miedo, porque fue el que los vacunó en 2006).
Pero también es verdad que Verón, con su juego, contagia a este equipo otras cosas: seguridad en el manejo de la pelota, además de experiencia. En ocasiones, la Bruja es la brújula. A veces parece el "padrino" de Messi, aunque en ocasiones haya exagerado en afán de hacerlo sentir bien al nene, entregándole todas las pelotas -aún aquellas que no debía darle- y contenerlo con gestos y palabras.
Verón es también fundamental en el manejo de la pelota parada. No quiere decir que no se lo pueda reemplazar de algún modo: el mismo Maxi y Tévez han demostrado interesantes pegadas de derecha, incluso en este Mundial. Pero no hay dudas de que Verón es un especialista.
Méjico es un rival que se caracteriza por la posesión de la pelota: la tiene, la maneja bien, lateraliza el juego. No es, posiblemente, demasiado punzante, pero tiene la pelota. Hay dos lecturas de esa característica del rival: un modo de resolver el problema que presenta es que Argentina tenga la pelota y no se la ceda al rival; el otro, aprovechar ese estilo para robar en el medio y salir disparado rápido en contraataque. Quizá esta última sea la apuesta con Maxi en el medio.
Un detalle es que Maxi conoce bastante al entrenador mejicano: lo tuvo como DT mucho tiempo en el Atlético de Madrid.
La ausencia de Verón podía preveerse -en este post se anticipó que actuando del modo en que lo hizo contra Grecia, aún sin jugar mal, ponía en riesgo su lugar en el equipo- pero a lo mejor justo en este partido, contra este rival, era necesario.
Su ausencia contra Corea, por un lado, demostró claramente que se puede sobrevivir sin Verón en la cancha; y por otro, desnudó algunos problemas para tener la pelota e incluso para pararse mejor defensivamente: ocurrió en los primeros minutos del segundo tiempo. Cuando Verón salió frente a Nigeria, en los últimos minutos, Argentina también perdió un poco el rumbo y el dominio del partido (del terreno, del balón, de los tiempos).
Los que más pueden sufrir esa ausencia son Mascherano -a quien Verón le sirve como rueda de auxilio no tanto por sus condiciones físicas sino por su ubicuidad y experiencia- y Messi, que además de sentirse acompañado anímicamente por la Bruja, cuando Verón está en la cancha puede irse un poco más arriba, donde de veras es necesario.
Sin Verón, está claro que el equipo tendrá más velocidad, con el riesgo de caer en el vértigo; y evitará la parsimonia dejando de lado la apuesta de encontrar pausa o paciencia.
Méjico también es un equipo que utiliza con insistencia -y cierta pericia- las bandas. Y no es precisamente una especialidad de Verón contener los avances rivales por ese sector de la cancha.
La nueva disposición del equipo es una apuesta a otra juventud: eso tiene sus virtudes y beneficios, pero también arrastra algunos inconvenientes, sobre todo cuando se trata del primer partido que se juega a todo o nada. A veces, en esas ocasiones, hace falta un experimentado en asuntos de ese tipo. Tampoco es que Argentina presentará un sub-17 o no tendrá en cancha tipos con mucha historia sobre el lomo: hay unos cuantos que ya han jugado partidos de este tipo.
Lo que está claro es que se trata de una nueva apuesta maradoniana. Y desde ya, la salida del equipo titular no quiere decir -para nada- que Verón no va a estar a mano en el banco si en algún momento hace falta su pegada, su sapiencia o su inteligencia.
martes, 22 de junio de 2010
Terminó el recreo
Era un partido raro, de movida. Y a partido revuelto, ya se sabe: ganancia de pescadores. Martín Palermo clavó un pleno y el Diego se anotó otro poroto. Pasó la primera rueda y el partido contra los griegos fue un lindo recreo.
Ahora viene lo mejor, que también es lo peor: en esta primera fase Argentina se topó con rivales que son de lo más malo del Mundial (el único claramente inferior a Corea, Grecia o Nigeria es Honduras); ahora se supone que vendrán los más difíciles...
Era -y fue- extraño el partido porque Argentina estaba a media agua entre la clasificación asegurada y una chance de quedar afuera, o segundo en el grupo, que era lejanísima, pero por eso mismo hubiera sido dramática. Entonces había una rara sensación entre el relajo y la incertidumbre.
También porque el equipo fue otro: Jonás se quedó afuera suspendido, el Diego guardó al lesionado Samuel y a los amonestados Mascherano y Heinze, pero también decidió cuidar al goleador (el Pipita Higuaín) y al mejor jugador (Tévez, el que no puede faltar).
Para colmo, Messi -disfrazado de pequeño capitán, otro raro asunto- decidió cuidarse a sí mismo: empeñado en convertir un gol focalizó toda su energía en ese detalle y no le salió una (tuvo mala suerte en la que pegó en el palo); durante buen rato anduvo perdido en la cancha como en la época de su hermano malo de las Eliminatorias, aunque se enchufó cuando se fue unos metros más cerca del arco y abandonó ese tiki-tiki intrascendente que a veces se les da por hacer -como si fueran tortolitos- con la Brujita Verón (jugando así, el lugar de Verón en el equipo está en riesgo: desde ya que es el indicado para aportar la pausa, pero no debe confundir eso con atortugar al equipo o entretenerse excesivamente en esos toqueteos cortos).
¿Por qué anduvo flojo Messi? ¿Porque le tocó, simplemente? ¿Porque se puso nerd como ya le ha pasado antes, y entonces queda tildado con una falta que no le cobró el árbitro, o con que lo marcan demasiado? ¿Porque esa posición tan retrasada lo perjudica? ¿O porque fue sometido a una marca personal?
Algunas de esas cosas pueden ser resueltas: 1) Messi tiene que ir más arriba; 2) está bien que Verón y algunos otros hayan decidido jugar en estos 90 minutos para que Lío haga el gol que tanto desea, pero hasta aquí llegó el amor: ahora se dejan de esas pelotudeces. Al gol no hay que buscarlo tanto, sino hacerlo. Y Messi ya lo va a hacer, posiblemente en el momento en que más falta haga. Así que basta de consentirlo tanto al nene, que al final en lugar de hacerlo sentir contenido le van a hacer creer que es un boludo bárbaro; 3) Además de recibir, Messi también tiene que dar cosas de sí: si las primeras no le salen del todo bien, se tiene que rebelar un poco; las marcas que vienen ahora van a ser pegajosas, insoportables, por momentos violentas, y a eso hay que responderle con más entusiasmo e inteligencia, que es -entre otras cosas- desprenderse antes y mejor de la pelota y jugar a veces para los otros y no sólo para sí mismo. Eso, desde ya, sin abandonar del todo sus intentos individualistas -y hasta egoístas- con los que desequilibra.
Cómo habrá sido de raro el partido que la figura fue Clemente Rodríguez, lateral de un equipo nacional como Estudiantes de La Plata: no sólo porque no tuvo ningún problema defensivo, sino porque fue el jugador más peligroso, incluyendo el envío de un par de centros de zurda.
El hecho de que también Otamendi aportó proyecciones por la banda derecha (lejos de ser un especialista en la materia) instala el interrogante respecto de si no será necesario en algún momento volver a apostar a laterales que aparezcan desde atrás para romper defensas de equipos que se retrasan hasta el grotesco, como estos griegos.
Aún así de timoratos -y eso es preocupante- los griegos crearon un par de situaciones peligrosas: parece que ese problema nos acompañará hasta el final del Mundial, ocurra cuando ocurra. Así que habría que redoblar la concentración: Demichelis resolvió bien un par de veces e hizo el golcito que había sugerido este post como para recuperar confianza, pero otra vez tuvo su tropezón, que no es caída pero merece alertas, porque además Romero alguna vez puede fallar.
Y el Diego también. Hasta ahora, la verdad, le salen (casi) todas, incluyendo el ingreso de Palermo: ¿quién iba a decir que sería justo Palermo el que le encontraría la vuelta a la Jabulani, para ponerla de derecha en un rincón?
Que salgan (casi) todas aumenta el buen humor. Y los equipos que andan de buen humor juegan mejor, se tienen confianza, contagian buena onda y son optimistas del gol. Que siga así la cosa. Pero vamos de a poco. Y sabiendo lo que ya sabemos: no le ganamos a nadie. Y se terminó el recreo: ahora viene el verdadero examen.
Ahora viene lo mejor, que también es lo peor: en esta primera fase Argentina se topó con rivales que son de lo más malo del Mundial (el único claramente inferior a Corea, Grecia o Nigeria es Honduras); ahora se supone que vendrán los más difíciles...
Era -y fue- extraño el partido porque Argentina estaba a media agua entre la clasificación asegurada y una chance de quedar afuera, o segundo en el grupo, que era lejanísima, pero por eso mismo hubiera sido dramática. Entonces había una rara sensación entre el relajo y la incertidumbre.
También porque el equipo fue otro: Jonás se quedó afuera suspendido, el Diego guardó al lesionado Samuel y a los amonestados Mascherano y Heinze, pero también decidió cuidar al goleador (el Pipita Higuaín) y al mejor jugador (Tévez, el que no puede faltar).
Para colmo, Messi -disfrazado de pequeño capitán, otro raro asunto- decidió cuidarse a sí mismo: empeñado en convertir un gol focalizó toda su energía en ese detalle y no le salió una (tuvo mala suerte en la que pegó en el palo); durante buen rato anduvo perdido en la cancha como en la época de su hermano malo de las Eliminatorias, aunque se enchufó cuando se fue unos metros más cerca del arco y abandonó ese tiki-tiki intrascendente que a veces se les da por hacer -como si fueran tortolitos- con la Brujita Verón (jugando así, el lugar de Verón en el equipo está en riesgo: desde ya que es el indicado para aportar la pausa, pero no debe confundir eso con atortugar al equipo o entretenerse excesivamente en esos toqueteos cortos).
¿Por qué anduvo flojo Messi? ¿Porque le tocó, simplemente? ¿Porque se puso nerd como ya le ha pasado antes, y entonces queda tildado con una falta que no le cobró el árbitro, o con que lo marcan demasiado? ¿Porque esa posición tan retrasada lo perjudica? ¿O porque fue sometido a una marca personal?
Algunas de esas cosas pueden ser resueltas: 1) Messi tiene que ir más arriba; 2) está bien que Verón y algunos otros hayan decidido jugar en estos 90 minutos para que Lío haga el gol que tanto desea, pero hasta aquí llegó el amor: ahora se dejan de esas pelotudeces. Al gol no hay que buscarlo tanto, sino hacerlo. Y Messi ya lo va a hacer, posiblemente en el momento en que más falta haga. Así que basta de consentirlo tanto al nene, que al final en lugar de hacerlo sentir contenido le van a hacer creer que es un boludo bárbaro; 3) Además de recibir, Messi también tiene que dar cosas de sí: si las primeras no le salen del todo bien, se tiene que rebelar un poco; las marcas que vienen ahora van a ser pegajosas, insoportables, por momentos violentas, y a eso hay que responderle con más entusiasmo e inteligencia, que es -entre otras cosas- desprenderse antes y mejor de la pelota y jugar a veces para los otros y no sólo para sí mismo. Eso, desde ya, sin abandonar del todo sus intentos individualistas -y hasta egoístas- con los que desequilibra.
Cómo habrá sido de raro el partido que la figura fue Clemente Rodríguez, lateral de un equipo nacional como Estudiantes de La Plata: no sólo porque no tuvo ningún problema defensivo, sino porque fue el jugador más peligroso, incluyendo el envío de un par de centros de zurda.
El hecho de que también Otamendi aportó proyecciones por la banda derecha (lejos de ser un especialista en la materia) instala el interrogante respecto de si no será necesario en algún momento volver a apostar a laterales que aparezcan desde atrás para romper defensas de equipos que se retrasan hasta el grotesco, como estos griegos.
Aún así de timoratos -y eso es preocupante- los griegos crearon un par de situaciones peligrosas: parece que ese problema nos acompañará hasta el final del Mundial, ocurra cuando ocurra. Así que habría que redoblar la concentración: Demichelis resolvió bien un par de veces e hizo el golcito que había sugerido este post como para recuperar confianza, pero otra vez tuvo su tropezón, que no es caída pero merece alertas, porque además Romero alguna vez puede fallar.
Y el Diego también. Hasta ahora, la verdad, le salen (casi) todas, incluyendo el ingreso de Palermo: ¿quién iba a decir que sería justo Palermo el que le encontraría la vuelta a la Jabulani, para ponerla de derecha en un rincón?
Que salgan (casi) todas aumenta el buen humor. Y los equipos que andan de buen humor juegan mejor, se tienen confianza, contagian buena onda y son optimistas del gol. Que siga así la cosa. Pero vamos de a poco. Y sabiendo lo que ya sabemos: no le ganamos a nadie. Y se terminó el recreo: ahora viene el verdadero examen.
domingo, 20 de junio de 2010
Mundial onda vuvuzela: monocorde y vacío
Detesto el horrible sonido de las vuvuzelas. Las escuché por primera vez acá, durante el Mundial de 1978, y desde entonces mi mente las asocia con una época en la que, a pesar de las amables teorías que hablan de un pueblo eufórico que ganaba la calle para verse las caras y sentirse libre al menos por un rato, me acostumbré a no gritar los goles. Ni los seis contra Perú, ni la corajeada de Kempes en la final. Una lástima. Perdón Marito, vos no te lo merecías.
Según aseguran ciertos científicos de la Universidad de Salford, empeñados por alguna extraña razón en registrar datos pelotudísimos, la intensidad del sonido de una vuvuzela puede compararse al ruido de un avión a punto de despegar. Y además juran que los labios de quienes la tocan se mueven aproximadamente ¡235 veces por segundo! Wow. Un esfuerzo similar al que debía hacer, por ejemplo, Miles Davis para tocar su trompeta en So What. ¿Qué les parece? Como bien dijo Oscar Wilde cuando a fines del siglo XIX le mostraron la maravilla de la época, el teléfono. “¿Se habla por aquí? Ahá. Pero, ¿de qué?”
(...)
Si a estas alturas alguien supone que me burlo de un instrumento autóctono de la más pura africanidad, citaré a Bernd Clausen, profesor de etnología musical de la Universidad de Würzburg: “No existe en la cultura musical africana ningún instrumento que genere sonido a través de un embudo, y menos aún que esté fabricado con... plástico”. Y, no, claro. Su colega, Gero Erdmann es todavía más específico: “La vuvuzela fue inventada hace solo nueve años y es un instrumento demasiado joven para estar arraigado en la cultura africana”. Efectivamente: recién en 2001, mientras las gemelas y nosotros nos caíamos a pedazos, la firma Masincedane Sport comenzó a comercializarlas en Sudáfrica. ¡Mire usted! Aclarado el punto, muchachos, seguiremos detestándolas sin peligro de herir susceptibilidades. Muchas gracias.
Este Mundial es muy onda vuvuzela. De una nota sola, monocorde, estridente y vacío; más bien berreta, metido a rosca en nuestras cabezas a fuerza de marketing y publicidad. Con todo respeto, a Cristiano Ronaldo, Rooney, Kaká o Ribéry se los ha visto mejor en los posters que en la cancha. Los partidos son tan aburridos que uno se ilusiona con los duelos a vida o muerte a partir de octavos que al menos tienen... ¡penales! Ay. ¡Pero qué aspiración tan modesta!, como dijo Borges sobre Galtieri en 1981, cuando le comentaron que ese general de voz aguardentosa “soñaba con ser otro Perón”. Es lo que hay.
Según aseguran ciertos científicos de la Universidad de Salford, empeñados por alguna extraña razón en registrar datos pelotudísimos, la intensidad del sonido de una vuvuzela puede compararse al ruido de un avión a punto de despegar. Y además juran que los labios de quienes la tocan se mueven aproximadamente ¡235 veces por segundo! Wow. Un esfuerzo similar al que debía hacer, por ejemplo, Miles Davis para tocar su trompeta en So What. ¿Qué les parece? Como bien dijo Oscar Wilde cuando a fines del siglo XIX le mostraron la maravilla de la época, el teléfono. “¿Se habla por aquí? Ahá. Pero, ¿de qué?”
(...)
Si a estas alturas alguien supone que me burlo de un instrumento autóctono de la más pura africanidad, citaré a Bernd Clausen, profesor de etnología musical de la Universidad de Würzburg: “No existe en la cultura musical africana ningún instrumento que genere sonido a través de un embudo, y menos aún que esté fabricado con... plástico”. Y, no, claro. Su colega, Gero Erdmann es todavía más específico: “La vuvuzela fue inventada hace solo nueve años y es un instrumento demasiado joven para estar arraigado en la cultura africana”. Efectivamente: recién en 2001, mientras las gemelas y nosotros nos caíamos a pedazos, la firma Masincedane Sport comenzó a comercializarlas en Sudáfrica. ¡Mire usted! Aclarado el punto, muchachos, seguiremos detestándolas sin peligro de herir susceptibilidades. Muchas gracias.
Este Mundial es muy onda vuvuzela. De una nota sola, monocorde, estridente y vacío; más bien berreta, metido a rosca en nuestras cabezas a fuerza de marketing y publicidad. Con todo respeto, a Cristiano Ronaldo, Rooney, Kaká o Ribéry se los ha visto mejor en los posters que en la cancha. Los partidos son tan aburridos que uno se ilusiona con los duelos a vida o muerte a partir de octavos que al menos tienen... ¡penales! Ay. ¡Pero qué aspiración tan modesta!, como dijo Borges sobre Galtieri en 1981, cuando le comentaron que ese general de voz aguardentosa “soñaba con ser otro Perón”. Es lo que hay.
(Párrafos de "Miles Davis ni la tocó", de Hugo Asch, en Perfil).
sábado, 19 de junio de 2010
Blancos, negros y grises
¿Vos eras de los que a principios de los '90 decía que ya empezaban a venir los años en que los países africanos se iban a quedar con todos los mundiales, porque no habría forma de pararlos?
¿Asististe, aunque sea como espectador, a las loas que se le hacían a la raza negra, anticipando victorias sin esfuerzo ante europeos y sudamericanos?
¿Escuchaste las argumentaciones sesudas y científicas respecto de la supremacía que habría una vez que dejaran de lado su presunta inocencia y entendieran que el fútbol es para vivos?
Ajá.
¿Y ahora viste irse a Camerún, el primer eliminado del Mundial, dando pena, un equipo lastimoso, ni siquiera rebelde frente a la adversidad?
¿Observaste lo poquitito que tuvieron para mostrar los otros, empezando por los nigerianos que, contra Argentina y contra Grecia, demostraron que en vez de jugar cada vez mejor juegan cada vez peor?
¿Detectaste la modestia de los locales? ¿Te preguntaste cómo hizo Argelia para llegar a esta instancia? ¿Te parece, como antes de que comenzara todo, que de veras Costa de Marfil le puede hacer un poco de fuerza a Brasil, o que Ghana se las bancará con Alemania?
Ajá.
Y ahora, que está como casi demostrado que los africanos no son precisamente los grandes cucos que nos anticipaban los Nostradamus de la redonda, ¿no te tienen cansados los especialistas que dicen que eso ocurre porque perdieron su frescura, su fútbol salvaje, su naturaleza?
¿Pero cómo: no era el abandono de todo eso, el enterramiento de su inocencia, lo que los iba a conducir al éxito?
¿Asististe, aunque sea como espectador, a las loas que se le hacían a la raza negra, anticipando victorias sin esfuerzo ante europeos y sudamericanos?
¿Escuchaste las argumentaciones sesudas y científicas respecto de la supremacía que habría una vez que dejaran de lado su presunta inocencia y entendieran que el fútbol es para vivos?
Ajá.
¿Y ahora viste irse a Camerún, el primer eliminado del Mundial, dando pena, un equipo lastimoso, ni siquiera rebelde frente a la adversidad?
¿Observaste lo poquitito que tuvieron para mostrar los otros, empezando por los nigerianos que, contra Argentina y contra Grecia, demostraron que en vez de jugar cada vez mejor juegan cada vez peor?
¿Detectaste la modestia de los locales? ¿Te preguntaste cómo hizo Argelia para llegar a esta instancia? ¿Te parece, como antes de que comenzara todo, que de veras Costa de Marfil le puede hacer un poco de fuerza a Brasil, o que Ghana se las bancará con Alemania?
Ajá.
Y ahora, que está como casi demostrado que los africanos no son precisamente los grandes cucos que nos anticipaban los Nostradamus de la redonda, ¿no te tienen cansados los especialistas que dicen que eso ocurre porque perdieron su frescura, su fútbol salvaje, su naturaleza?
¿Pero cómo: no era el abandono de todo eso, el enterramiento de su inocencia, lo que los iba a conducir al éxito?
Escribió Juan Sasturain en Página/12:
Por suerte, un partido de fútbol, aunque se resuelva con un resultado, no es sólo una cuenta ni una operación reductible a términos cuantitativos: sumas, restas, proporciones. Los números: goles, corners, offsides, expulsados, oportunidades de gol, porcentajes de posesión de pelota, metros recorridos por los jugadores y todos los datos más o menos imbéciles o pertinentes que puedan cargarse a una compu para que los digiera y opine –porque las compus opinan, qué otra cosa pueden hacer–; los números, digo, son carne de estadística, una seudociencia que nos informa (parcialmente) sobre cuánto –pero no cómo– ya sucedió, y que –para algunos necios y/o soberbios– suele servir para profetizar sobre lo que no podríamos ni nos interesa saber si ocurrirá.
Porque lo que hace a la belleza, el interés (fervores, angustias, alegrías) que despierta el fútbol –y es lo que diferencia su popularidad de la de los juegos de azar–, es que un partido (también un campeonato) es un relato, un cuento, una historia que, como tal, no tiene un resultado sino un desenlace, que es otra cosa en términos épico-dramáticos. Lo que resulta de un partido, lo que lo constituye como hecho único, irrepetible, no es sólo cómo terminó (el resultado), sino cómo fue, qué pasó para que resultara así... Los partidos, como las historias –novelas, cuentos, películas– pueden ser comedias, dramas, farsas, folletines, relatos de terror o de suspenso, incluso auténticas tragedias. Además –y ahí está el encanto, en el riesgo–, uno no sabe con qué se va a encontrar. Los relatos, también, suelen cambiar de tono en su desarrollo: lo que empieza como comedia liviana, termina en drama o se insinúa relato de suspenso, para terminar con final feliz o atroz, insoportable. Es así.
Los relatos, además, tienen capítulos, secuencias, nudos (momentos clave), zonas de interés, de monotonía o de suspenso y, sobre todo, personajes: secundarios y principales, héroes y villanos, voces cantantes y calladas. Y una más: una novela, un cuento, una película, pueden ser contados desde distintos puntos de vista y coyunturas. Nada de eso aparece en el resultado ni en la estadística. Lo más parecido al partido como relato es lo que suele llamarse el trámite: cómo vino la mano, qué pasó en la cancha y qué pudo haber pasado si... Ese espacio tan rico de posibilidades latentes que por un pelo (es decir, un palo, un expulsado, un error, una genialidad) no se actualizaron. Como en las novelas, el interés de una historia está hecho también de las posibilidades de lo que finalmente no fue, pero que en el momento del relato pudo haber sido.
Ayer, por ejemplo, Argentina jugó saludablemente muy bien, como nos gusta verla, como esperamos que lo siga haciendo; ganó con justicia y holgura, los números son elocuentes en todas sus columnas: goles, situaciones, posesión, lo que quieras. Sin embargo, sólo el relato, el trámite del partido, puede dar cuenta de lo que sucedió –en la cancha y en nuestros frágiles corazones– durante una quincena larga de minutos, los primeros del segundo tiempo, la continuidad virtual del descuido del pobre Demichelis.
Más claro: los coreanos llegaron por mérito propio –sin contar el regalo– una sola vez. Sin embargo, si el muchacho que llegó vacío por derecha a espaldas del fugado Heinze nos embocaba y se ponían 2 a 2 sin haber hecho un carajo, ¿quién puede decir cómo hubiera seguido aquello? Ahí el partido pudo dar un viraje imprevisible de los que el fútbol nos suele deparar.
Y es aquella jugada cuando estaban uno abajo, más la desgracia del defensor que hizo un tanto en contra y el posible offside de Higuaín en el segundo gol lo que subrayarán (el cuento que se contarán) los cronistas coreanos al hacerse la historia del partido. Y me gustaría estar dentro de la cabeza de esos desgraciados protagonistas, o de los hinchas que asistieron de rojo al estadio, para que me cuenten su (otra) historia.
Cada vez me siento más tentado de encarar el comentario de los partidos como si fueran historias, hechos artísticos, creaciones colectivas únicas. Creo que sería una manera de hacerles justicia en medio de tanto análisis mercantil de resultados o de seudocientificista de cuarta.
La ilustración es de Rep, también en Página/12
viernes, 18 de junio de 2010
Bajando los decibeles
Hay que ahuyentar los aires triunfalistas y volver al ánimo cauteloso, casi temeroso y desconfiado, de los primeros días de competencia.
Es obvio, pero como el Mundial es un torneo abarcativo en el que se meten todos, hace falta que los futboleros hagan docencia: todavía no le ganamos a nadie.
Por fortuna, los integrantes del plantel argentino son los primeros que advierten sobre la situación. Aunque los medios imponen el tono festivo pese a que los rivales derrotados fueron de lo peorcito que puede cruzarse en el camino de una selección candidata.
Una cosa es la confianza, otra el exitismo precoz.
Hay ciertos "comunicadores" -que contagian a los hinchas- que en afán de mostrarse respaldando a la Selección Nacional y Popular, exajeran tanto que ya les hacen "dedictatorias" a los detractores y les sugieren que pinten la bandera que diga "Perdón, Diego".
Hay titulares forzados en todos lados, aseveraciones que aluden al "brillo" de Messi que no fue tal, ninguneos a las demás selecciones...
Ojo que España ya se dio un terrible porrazo, ahora tropezó Alemania (a menos de 24 horas de que el inefable César Luis Menotti la bendijera como "la" candidata). Hay que estar atentos y vigilantes y guardar elogios y gritos para el momento del desahogo.
Y una más: explica la sabiduría futbolera que las cábalas exitosas deben mantenerse en reserva. Todos conocemos que las brujas no existen, pero también que las hay. Haber vencido en un par de partiditos no da derecho a pronunciar a boca de jarro: "ah, me funcionó la cábala tal"...Sh... El silencio es salud. El partido de los hechizos es mejor jugarlo a puertas cerradas: la superstición va por dentro...
La foto de María Cecilia Fernández (DiarioFisgón) muestra al periodista Daniel Lucheli, de Radio Nacional, vuvuzela en mano y vuvuzela en boca, tras la victoria contra Corea del Sur
jueves, 17 de junio de 2010
No hay mal que por bien no venga
Martín Demichelis es un muy buen defensor. Pero al mismo tiempo es proclive a mandarse grandes cagadas. Ocurrió hoy, contra Corea: cometió un error infantil que a Argentina le costó el descuento y la angustia de un resultado que de pronto se puso en duda.
No había mejor ocasión para que ese imponderable sucediera. Fue, de alguna manera, una desgracia (deportiva, claro) con suerte. Porque el partido igual terminó en goleada y porque es muy poco probable que un defensor termine el Mundial sin haberse mandado alguna macana. Bueno... la macana de Demichelis ya está hecha.
Y como no hay mal que por bien no venga, la situación debería servir, además, para llevar su juego hacia el terreno de la sencillez. En este tipo de jugadores, el error fruto de cierto cancherismo o del exceso de confianza está más cerca a medida que mejora su actuación. Es decir: cuando mejor está jugando un partido, es probable que más arriesgue en una zona inconveniente. Y lo dice alguien que, jugando de defensor, ha caído en ese pecado.
Demichelis, justamente, estaba hoy jugando un gran partido. Venía de hacer un par de cierres magistrales, de esos que no muchos otros hacen, además con su elegancia. Y se mandó la que se mandó: ese giro hacia adentro, que encima era el lado sobre el cual no tenía información ni referencias. La excusa de las vuvuzelas ni debe tenerse en cuenta. No había nada que escuchar, Demichelis, era mucho más simple: había que sacarla lejos como venía o manejar la pelota hacia el lado sobre cuya geografía ya tenía conocimiento.
Pero ya está, y no fue ningún drama. Esos detalles a veces hacen a un campeón: los que tienen estrella se comen ese gol en esta instancia, los estrellados padecen la misma circunstancia en instancias decisivas.
Ahora Demichelis debe recuperar confianza, pero lo mejor es hacerlo por otro lado, no necesariamente en su estilo: ya no hace falta -y tiene a mano un ejemplo bien cercano- ser tan prolijo, ni tan elegante. Ahora se trata de ser simple.
Gracias a que fue una desgracia con suerte, y a que no hay mal que por bien no venga, un par de pelotas bien resueltas -y porqué no, algún golcito de cabeza en el otro arco- y esa confianza vuelve.
No había mejor ocasión para que ese imponderable sucediera. Fue, de alguna manera, una desgracia (deportiva, claro) con suerte. Porque el partido igual terminó en goleada y porque es muy poco probable que un defensor termine el Mundial sin haberse mandado alguna macana. Bueno... la macana de Demichelis ya está hecha.
Y como no hay mal que por bien no venga, la situación debería servir, además, para llevar su juego hacia el terreno de la sencillez. En este tipo de jugadores, el error fruto de cierto cancherismo o del exceso de confianza está más cerca a medida que mejora su actuación. Es decir: cuando mejor está jugando un partido, es probable que más arriesgue en una zona inconveniente. Y lo dice alguien que, jugando de defensor, ha caído en ese pecado.
Demichelis, justamente, estaba hoy jugando un gran partido. Venía de hacer un par de cierres magistrales, de esos que no muchos otros hacen, además con su elegancia. Y se mandó la que se mandó: ese giro hacia adentro, que encima era el lado sobre el cual no tenía información ni referencias. La excusa de las vuvuzelas ni debe tenerse en cuenta. No había nada que escuchar, Demichelis, era mucho más simple: había que sacarla lejos como venía o manejar la pelota hacia el lado sobre cuya geografía ya tenía conocimiento.
Pero ya está, y no fue ningún drama. Esos detalles a veces hacen a un campeón: los que tienen estrella se comen ese gol en esta instancia, los estrellados padecen la misma circunstancia en instancias decisivas.
Ahora Demichelis debe recuperar confianza, pero lo mejor es hacerlo por otro lado, no necesariamente en su estilo: ya no hace falta -y tiene a mano un ejemplo bien cercano- ser tan prolijo, ni tan elegante. Ahora se trata de ser simple.
Gracias a que fue una desgracia con suerte, y a que no hay mal que por bien no venga, un par de pelotas bien resueltas -y porqué no, algún golcito de cabeza en el otro arco- y esa confianza vuelve.
La Bruja y la brújula
Las victorias permiten corregir algunas cosas con buen humor. Pero a no perder la memoria, si queremos verdad y justicia.
Argentina ganó hoy con claridad y también con la contundencia que no tuvo ante Nigeria. Aunque por momentos estuvo en riesgo: en el segundo tiempo perdió un poco el rumbo y Corea le falló al empate transitorio por milímetros.
Tampoco es ilógico: en un Mundial donde cada equipo -aún el peor- tiene sus minutos de dominio, eso puede ocurrir. Más si falta el tipo que marca el rumbo: Juan Sebastián Verón es importantísimo en este equipo.
El hecho de que sea el que mejor pegada tiene en el plantel es apenas un detalle respecto de su función central: Verón es el más sabio que tiene Argentina. Verón sabe por pincha y sabe por viejo.
Es el mejor jugador del seleccionado desde el punto de vista conceptual: el que entiende el juego y los momentos; el que marca ritmos; el que más conoce por dónde hay que ir y dónde; el que mejor interpreta las virtudes y defectos de compañeros y rivales; el que aporta con el juego pero también con un gesto o una palabra.
Argentina se demostró hoy que puede sobrevivir sin Verón. Pero si está, mejor. Hubo dos jugadores sufrieron especialmente esa ausencia: Mascherano y Messi.
Messi porque perdió a su padrino en la cancha, pero además porque vio levemente modificada su función: al no estar Verón se retrasó a pedir la pelota y se disfrazó de armador, que no es un papel que le vaya muy bien. Mascherano padeció en el segundo tiempo, cuando salió unos metros más allá y no tenía nadie que le hiciera cobertura. Fue en el momento en que parecía que entraba Bolati, aunque ese cambio terminó demorándose y tuvo lugar la exitosa Aventura Kun Agüero.
Verón, casi paradójicamente, se ha convertido en punto vital del esquema defensivo: con los ilustres desequilibrantes que hay arriba, a veces casi ni hace falta en la ofensiva. Pero sí es necesario para protegerse, no tanto por lo que pueda aportar desde la presencia física, sino por lo que ofrece con su ubicuidad y su sapiencia: si la Selección no tuviera cuerpo técnico, el DT sería Verón.
Finalmente, no está nada mal que haya un representante del fútbol de acá metido entre los tantos que juegan en el exterior. En medio de ese monopolio de los jugadores multinacionales, me pongo del lado de los muchachos vernonistas que dan la bienvenida a ese aporte criollo para la Selección Nacional y Popular.
Argentina ganó hoy con claridad y también con la contundencia que no tuvo ante Nigeria. Aunque por momentos estuvo en riesgo: en el segundo tiempo perdió un poco el rumbo y Corea le falló al empate transitorio por milímetros.
Tampoco es ilógico: en un Mundial donde cada equipo -aún el peor- tiene sus minutos de dominio, eso puede ocurrir. Más si falta el tipo que marca el rumbo: Juan Sebastián Verón es importantísimo en este equipo.
El hecho de que sea el que mejor pegada tiene en el plantel es apenas un detalle respecto de su función central: Verón es el más sabio que tiene Argentina. Verón sabe por pincha y sabe por viejo.
Es el mejor jugador del seleccionado desde el punto de vista conceptual: el que entiende el juego y los momentos; el que marca ritmos; el que más conoce por dónde hay que ir y dónde; el que mejor interpreta las virtudes y defectos de compañeros y rivales; el que aporta con el juego pero también con un gesto o una palabra.
Argentina se demostró hoy que puede sobrevivir sin Verón. Pero si está, mejor. Hubo dos jugadores sufrieron especialmente esa ausencia: Mascherano y Messi.
Messi porque perdió a su padrino en la cancha, pero además porque vio levemente modificada su función: al no estar Verón se retrasó a pedir la pelota y se disfrazó de armador, que no es un papel que le vaya muy bien. Mascherano padeció en el segundo tiempo, cuando salió unos metros más allá y no tenía nadie que le hiciera cobertura. Fue en el momento en que parecía que entraba Bolati, aunque ese cambio terminó demorándose y tuvo lugar la exitosa Aventura Kun Agüero.
Verón, casi paradójicamente, se ha convertido en punto vital del esquema defensivo: con los ilustres desequilibrantes que hay arriba, a veces casi ni hace falta en la ofensiva. Pero sí es necesario para protegerse, no tanto por lo que pueda aportar desde la presencia física, sino por lo que ofrece con su ubicuidad y su sapiencia: si la Selección no tuviera cuerpo técnico, el DT sería Verón.
Finalmente, no está nada mal que haya un representante del fútbol de acá metido entre los tantos que juegan en el exterior. En medio de ese monopolio de los jugadores multinacionales, me pongo del lado de los muchachos vernonistas que dan la bienvenida a ese aporte criollo para la Selección Nacional y Popular.
El que no puede faltar
"Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles"
Bertolt Brecht
Carlos Tévez fue -junto al goleador Higuaín- la figura de la cancha en la goleada argentina contra Corea del Sur. Es el ídolo del pueblo, ya se sabe, pero más que eso el jugador que no puede faltar, según describió con maestría el Díego antes de que arrancara el Mundial.
Hoy Carlitos mostró porqué: es capaz de hacer cualquier cosa que al equipo le haga falta. Sin Verón en la cancha, con Messi un poco más parecido a su hermano malo de las Eliminatorias, fue Tévez el que inclinó la cancha, cuidó la pelota, avanzó con criterio, presionó hasta recuperarla, metió pases punzantes, gambeteó en los momentos justos y hasta pateó un tiro libre que no fue gol por milímetros.
El Mago Capria comentó en las últimas horas -y tiene razón- que a veces los jugadores que quieren hacer muchas cosas a la vez terminan por no hacer nada bien.
Pero con Tévez ocurre que tiene múltiples virtudes y una de ellas es la enorme capacidad de adaptación para enfrentar distintos rivales, diferentes instancias y posiciones diversas. Tévez juega del mismo modo contra africanos, asiáticos, europeos o sudamericanos; como jugó del mismo modo en Argentina, en Brasil y en Inglaterra; o como jugó del mismo modo en equipos que pelearon campeonatos internacionales o el descenso local.
Esa capacidad de adaptación es la misma que lo puede convertir en delantero neto, en enganche o hasta en volante de marca. Por eso es el que no puede faltar: porque es el jugador más completo que tiene la Selección (yo creo que hasta ahora también es el mejor -si hay un pan y queso y elijo yo, dame a Tévez-, aunque podría no ser el mejor e igualmente es el más completo).
Más completo significa que en los 4 aspectos esenciales que el fútbol pone en juego, él tiene algo que ofrecer: es un dotado técnicamente; físicamente tiene un equilibrio de fuerza, potencia y velocidad que padecen todos sus rivales; anímicamente es un león que no da ninguna por perdida (a veces se pasa de la raya y se pone en riesgo de expulsión); tácticamente es inteligente y puede hacer distintas cosas que le ordene un técnico, incluyendo recuperar la pelota.
Esto último no quiere decir que Tévez no tenga una naturaleza, que es la de delantero. Tévez es un delantero de alma, desde ya. Pero es capaz de hacer en defensa aportes que otros delanteros no ofrecen. Eso nace en el potrero: es probable que los jugadores criados sobre todo en divisiones inferiores -dato que se acrecienta en el caso de los más "europeizados"- tengan conceptos vinculados con la especialización, pero los jugadores que se hacen sobre todo en el potrero son los que tienen que jugar un poco de todo (defender, atacar, pelear, jugar, bancarselá).
Y si el equipo necesita un Tévez más deslucido, así tendrá que ser. Hoy, ante la ausencia física de Verón y ante la irregular presencia de Messi, fue el que se cargó el equipo al hombro e hizo un desgaste tremendo antes de ser reemplazado.
En el partido anterior le había tocado un trabajo más sucio, una especie de mano derecha de Verón para aportarle fortaleza y resistencia en la media cancha. A lo mejor en el partido o los partidos que vienen, le toca alguna otra función más.
Pero algo está clarito: Tévez es el que no puede faltar. El imprescindible.
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