martes, 29 de junio de 2010

Juego, tecnología y estrellas

Propongo: que el brillante Gustavo Arballo abandone el Derecho y se dedique pura y exclusivamente al fútbol, porque lo hace de modo estupendo y no hay otro que haga lo mismo: es como Carlos Tévez, un irremplazable. En su blog, usando supuestas palabras del presidente de la Corte Suprema de Justicia Ricardo Lorenzetti (cada partido lo "comentó" un ministro supremo) dice cosas esenciales y maravillosas como las que siguen.
  • La gracia de los grandes equipos es tener un hardware y un sistema operativo que les permita sobrevivir, sin colapsar, jugando mal. Algo que fatalmente ocurre, siempre, porque nadie juega bien siete partidos seguidos.
En el mundial hay equipos que jugaron bien y casi siempre ganaron, y por supuesto equipos que jugaron mal y casi siempre perdieron. Alguno de ellos, por excepción, pudo haber empatado o sacado un triunfo pijotero jugando mal.
Lo que no había hasta ahora es un equipo que pudiera acreditar haber jugado mal, ver eclipsada su súper estrella, y aún así, ganar cómodamente. El triunfo de Argentina es mucho mejor que una goleada tardía, como la de Alemania. Es cualitativamente mejor porque ha ganado de un modo tal que nunca tuvo el partido en riesgo, mientras que si Alemania autoboicoteaba su ventaja temprana de dos goles iba a sentir en sus tripas un intenso olor a derrota posible.
Entre muchas otras razones para ser optimistas en el mundial, ahora tenemos ésta: Argentina fue el equipo que mejor jugó jugando mal. Un gran mal jugador, qué ideal de belleza.
(...)
  • El día de ayer es al viejo fútbol de escrutinio artesanal (a ojo desnudo) lo que el caso Carrasco fue al servicio militar. Este será el último mundial donde vamos a ver tipos que meten goles estando dos metros en offside, o tantos que no se cobran con la pelota una yarda adentro del arco. En un momento la FIFA jugó con el morbo que generaba el error arbitral. Ahora ya ha dejado de ser gracioso. Se verá desde luego la forma de limitarlo para que no sea un engorro, pero persistir en eso es como lo de los procesalistas que se negaban a mirar por el telescopio de Galileo.
Ahora, habiendo dicho esto, tengo que confesar que casi lloro cuando vi el incidente del gol en offside y lo que hizo el juez Rosetti. Hay que sentir (y esto es intransferible, yo no la sentí hasta que llegué a la Corte) esa amarga y sofocante tensión del que ve patentemente un error en el decisor y al mismo tiempo sabe que el recurso presentado no puede prosperar. También es instransferible sentir cómo se disipa mágicamente el problema poniendo nada más que un número arábigo de tres dígitos.
Pero estábamos con la tensión. Y entonces, qué hace uno. Recurre a una solución no prevista (mirar la pantalla) en aras de la justicia material, invocar la gravedad institucional del caso o el cuarto inciso no escrito del artículo catorce. O sigue la ley que le prohíbe hacerlo, los ápices procesales frustratorios. Qué preferimos, ser justos o ser legales.
La gran tentación es la de "hacer justicia", pero esa solución de egoístas y de inmaduros está fuera del rango de competencias de un juez. Porque sólo lo puede hacer asumiendo que tiene derecho a hacer cosas que el reglamento no le permite. Y si lo hace en este caso, toda su legitimidad quedará resentida porque pierde la base de su autoridad. Lo respalda el reglamento, como dice el positivista Apo, y ninguna otra cosa, agrego yo. Sin respaldo no somos nada, ni toga tenemos.
Si el juez italiano anulaba el gol luego de ver la repetición no podría negarse más tarde a hacer lo mismo con cualquier otra jugada que ocurriera en el partido. Sería él, y no Argentina, la primera víctima de su propia jurisprudencia. Desde ahí y hasta el final del mundial cada jugada polémica iba a suscitar la tentación de ver la repe recurriendo al "excepcional" precedente. Las consecuencias serán inmanejables. Si va a haber video ref, que sea por decisión normativa del legislador, no por soluciones casuísticas y pretorianas que por su discrecionalidad intrínseca son un llamamiento al botellazo.
Qué gran tentación resistió Rosetti. Qué afinado su cálculo de costos implícitos. Cómo ha honrado la enorme responsabilidad de la magistratura. Cómo ha asumido estoicamente las obvias calamidades personales que se seguían de su decisión, el descrédito infamante, el ser eyectado in límine del pool arbitral del mundial. Cómo ha incluso observado la neutralidad posterior, pues aún sabiendo que un equipo fue perjudicado no se indujo a "compensarlo" con fallos punitorios para el equipo rival.
Como me caben las generales de la ley, debo reconocer que hay acá algo que bien me decía Raúl por SMS: nos fanatiza la decisión de Rosetti, no sólo porque reduce poder punitivo, sino porque además nos conviene. Si no fuera así, todavía estaríamos puteando contra los ápices procesales frustratorios.
En el próximo acuerdo voy a ver si los convenzo para que pongamos una gigantografía de Andrés Rosetti ahi donde estaba la virgen.
  • Maradona siente como axioma que los superpoderes de este equipo (y su condición de campeonidad) están en Messi, y que esos superpoderes son tan frágiles como lo es la débil autoestima de Messi a extramuros de Barcelona. Entonces su ley primera es establecer y ratificar que Messi es la estrella del equipo, lo cual implica que nadie más puede serlo.
Habiendo visto que Tévez se perfilaba para opacarlo, le amputó a Calito el partido super consagratorio que tal vez se merecía, pero que ya no era necesario para ganar el cruce. Todo para evitar que se provoque un desequilibrio en la biodiversidad, un tajo transversal en la muy compleja cadena alimentaria de los egos de este ensambladísimo grupo. Maradona comprende eso y lo impide. Un Tévez super star hubiera sido una mala noticia para Messi y por ende una mala noticia para todos.

1 comentario:

gA dijo...

En realidad yo pongo la prosa, las ideas casi siempre vienen de otro lado.

La teoría de que los equipos tienen que aprender a jugar mal es un desarrollo libre de algo que alguna vez le oí a Bielsa. Lamentablemente el no lo consigue implementar: sus equipos se distraen diez minutos y quedan dos goles abajo. Olvídense del celular de Dios, el gran secreto del boca de Bianchi (el uso de mayúsculas y minúsculas es deliberado en esta frase) era ese, podía aguantar enormes cantidades de tiempo jugando mal o muy mal y siempre tenía el partido a tiro.

La parte de que los jueces no tienen que "hacer justicia" es un remix de varios hits que tocan en la pista "positivista" de la discoteca del derecho (o sea: dura lex sed lex).

La teoría de por qué Maradona cambia a Tévez es de mi novia Quimey.