jueves, 17 de junio de 2010

No hay mal que por bien no venga

Martín Demichelis es un muy buen defensor. Pero al mismo tiempo es proclive a mandarse grandes cagadas. Ocurrió hoy, contra Corea: cometió un error infantil que a Argentina le costó el descuento y la angustia de un resultado que de pronto se puso en duda.
No había mejor ocasión para que ese imponderable sucediera. Fue, de alguna manera, una desgracia (deportiva, claro) con suerte. Porque el partido igual terminó en goleada y porque es muy poco probable que un defensor termine el Mundial sin haberse mandado alguna macana. Bueno... la macana de Demichelis ya está hecha.
Y como no hay mal que por bien no venga, la situación debería servir, además, para llevar su juego hacia el terreno de la sencillez. En este tipo de jugadores, el error fruto de cierto cancherismo o del exceso de confianza está más cerca a medida que mejora su actuación. Es decir: cuando mejor está jugando un partido, es probable que más arriesgue en una zona inconveniente. Y lo dice alguien que, jugando de defensor, ha caído en ese pecado.
Demichelis, justamente, estaba hoy jugando un gran partido. Venía de hacer un par de cierres magistrales, de esos que no muchos otros hacen, además con su elegancia. Y se mandó la que se mandó: ese giro hacia adentro, que encima era el lado sobre el cual no tenía información ni referencias. La excusa de las vuvuzelas ni debe tenerse en cuenta. No había nada que escuchar, Demichelis, era mucho más simple: había que sacarla lejos como venía o manejar la pelota hacia el lado sobre cuya geografía ya tenía conocimiento.
Pero ya está, y no fue ningún drama. Esos detalles a veces hacen a un campeón: los que tienen estrella se comen ese gol en esta instancia, los estrellados padecen la misma circunstancia en instancias decisivas.
Ahora Demichelis debe recuperar confianza, pero lo mejor es hacerlo por otro lado, no necesariamente en su estilo: ya no hace falta -y tiene a mano un ejemplo bien cercano- ser tan prolijo, ni tan elegante. Ahora se trata de ser simple.
Gracias a que fue una desgracia con suerte, y a que no hay mal que por bien no venga, un par de pelotas bien resueltas -y porqué no, algún golcito de cabeza en el otro arco- y esa confianza vuelve.

1 comentario:

Martin Rodríguez dijo...

Perfecto el articulo¡ Como defensor estoy calculando cual de los dos, Ud. Gavazza o yo, habria agarrado la pelota de primera y tirado mas lejos....
Abrazo...