Entre las buenas noticias que el partido de hoy trajo para la Selección Argentina, hay una esencial: Higuaín, el goleador, la metió 3 veces. Y como ya ha sido escrito: el apetito viene comiendo... Higuaín no había jugado mal en el debut contra Nigeria, pero sin embargo la falla en la definición dejaba pendiendo de un hilo la confianza (sobre todo porque tiene reemplazantes de lujo). Claramente, y pese a la actuación aceptable, no había hecho lo que tenía que hacer: goles.
Esta vez pagó, y en forma. Metió, además, uno de esos goles que hacen los romperredes que tienen el arco entre ceja y ceja: la empujó en la línea, abajo del arco.
El otro que tiene que hacer goles, sí o sí, es Messi. Hasta ahora no se le dio y no hay que caer en la desesperación, pero le hubiera venido bárbaro al equipo que hoy convirtiera en uno de esos contraataques que la Selección tuvo a su favor. Porque ya se nota que Messi empieza a buscar ese gol excediéndose un poco en el individualismo, cuando a veces la jugada aconseja un pase al compañero que viene solo.
Habrá que hacerle entender que el gol -su gol- se va a dar naturalmente, y que va a ser golazo, y que posiblemente sea en el momento en que más se lo precisa.
Pero es importante que la meta. Porque goles son amores: ¿se imaginan, por ejemplo, qué agrandado salió Higuaín de la cancha, cuando lo cambiaron después de convertir 3 pepas, y se fue regado por los aplausos de los hinchas y las felicitaciones de los compañeros, sabiendo que ahora sí es el titular indiscutido?
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