"¡Juntitos, juntitos!", gritó el Maestro Tabárez cuando se le venía el agua, para mantener una distancia escasa entre defensores y volantes.
Lodeiro, que había entrado apenas 17 minutos antes, se fue expulsado por una doble amarilla cuando todavía quedaban 10 por jugar. Se agarró la cabeza y salió, sabiendo que no vuelve a ingresar: Uruguay, por el tipo de equipo que es, no debe perdonar esos episodios.
El asunto es que la Celeste se la bancó contra Francia y se llevó un 0 a 0 que se podía preveer casi desde que arrancó el partido.
Si en el encuentro inicial de Méjico y Sudáfrica el mediocampo sirvió durante muchos pasajes como mera zona de transición, esta vez ahí estuvo todo el asunto. El partido resultó un poco un bodrio, pero también avisa de algunas cuestiones.
Por ejemplo: Uruguay va a ser un equipo difícil para cualquiera.
Montó un esquema defensivo terrible, muy a tono con su historia, en el que no dejan pensar a nadie. Victorino, Lugano y Godín son insoportables en el fondo; el arquero Muslera, pese al nombre, aparenta dar garantías; y encima lo tienen a Diego Pérez adelante, corriéndolos y raspándolos a todos.
Claro que esa eficiencia defensiva se encuentra también con unas cuantas limitaciones a la hora de ir a buscar: todo queda en manos de ese estupendo delantero que es Forlán, que esta tarde apenas estuvo aceptable y falló en una clarísima que tuvo frente al arco.
Si hace goles, Uruguay va a andar bien. Pero cuidado: Lugano no aprende más. El capitán y caudillo a veces se pasa de largo en el juego violento y hoy se hizo amonestar cuando el partido ya se iba.
Francia es -o fue en este partido- poco menos que una lágrima. Un equipo con muchos musculosos, pero sin grandes ideas, sin cambio de ritmo, muy dependiente de los espasmos de Ribery -encima en cuentagotas- y carente de fútbol profundo.
Así y todo en los últimos 10 se lo llevó por delante, aprovechando el hombre de más. Probablemente si el partido duraba algunos minutos más se encontraba con el gol. Pero nada de fútbol champán.
Aunque uruguayos y franceses, alguna vez campeones del mundo, parecían haber firmado un pacto de no agresión, sobre todo después del empate de los otros equipos del grupo. Tanto los conformó el 0 a 0 que dejaron que el partido siguiera su curso sin modificaciones y amucharon los cambios en los minutos finales (un par de ellos después de la expulsión), incluyendo los ingresos de los viejitos piolas que tuvieron a su cargo el duelo final: Henry disparó con sutileza un tiro libre al lado del área, tratando de colocarla, pero Abreu saltó en la barrera y la sacó.
Fue la frutilla del postre de ese aguante a la uruguaya.
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