Y ahora el miedo, claro. Nosotros y ellos. Esos minutos que se hacen laaaargos, la pava al fuego otra vez, el mate yendo y viniendo, la ansiedad. Y cerca los afectos, lo que uno quiere.
Un rito que se repite cada 4 años, un lapso de tiempo que marca un ciclo.
Dice Martín Pérez que la vida es lo que nos sucede de un Mundial a otro. Y que los mundiales nos ayudan a la memoria. “Uno no puede recordar exactamente cómo se sucedieron los hechos que nos llevaron hasta esa casa, hasta ese trabajo, hasta esa mujer. Pero seguramente recuerda en dónde vivía cuando Burruchaga hizo esa larga corrida hasta la Copa del Mundo, dónde trabajaba cuando a Maradona le dio positivo el antidoping, o a quién besaba cuando aquel sueco metió ese tiro libre fatal, y un día que ni había empezado se acababa de terminar”.
Ahora se viene, se viene, se viene… Y no nos vamos a olvidar más ni de esta casa, ni de este clima, ni de los que nos acompañen en el gozoso sufrimiento del debut.
Dice el Cholo Simeone que en el Mundial 2002 había decorado su pieza con posters de los jugadores rivales. ¿Qué decoración tendrán ahora las piezas de Carlitos Tévez, de Messi, de Samuel?
“No sólo no tengo ganas de jugar sino tampoco de vivir”, decía Martín Demichelis cuando quedó afuera de la lista de 2006. Y desde hoy tiene la gran revancha.
“Eso que nos pasa es un Mundial”, decía con acierto esa terrible publicidad.
Dice Juan Forn que en el ’90, cuando un auto los traicionó y se quedó a mitad de camino en un viaje hacia el sur, un sordomudo que los acompañaba escuchó y gritó el gol de Caniggia a los brasileros. No sabe cómo.
Dicen varios testimonios que tan enfermos estamos que en el ’78 torturadores y torturados compartieron algún abrazo tras el gol de Kempes.
Dicen que dicen.
Ya tenemos encima otra vez ese momento mágico, en el que ya no decimos ni dicen nada.
Cuando ruede la pelota, dentro de un rato, contra Nigeria, habrá arrancado otro sueño, estará en marcha otra ilusión. Y unos días después seguiremos soñando, o ya nos habremos chocado con la frustración.
Eso ahora no importa. Ahora –como dicen que dijo el Diego– soñemos que podemos... ¿Y podremos?
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