domingo, 20 de junio de 2010

Mundial onda vuvuzela: monocorde y vacío

Detesto el horrible sonido de las vuvuzelas. Las escuché por primera vez acá, durante el Mundial de 1978, y desde entonces mi mente las asocia con una época en la que, a pesar de las amables teorías que hablan de un pueblo eufórico que ganaba la calle para verse las caras y sentirse libre al menos por un rato, me acostumbré a no gritar los goles. Ni los seis contra Perú, ni la corajeada de Kempes en la final. Una lástima. Perdón Marito, vos no te lo merecías.
Según aseguran ciertos científicos de la Universidad de Salford, empeñados por alguna extraña razón en registrar datos pelotudísimos, la intensidad del sonido de una vuvuzela puede compararse al ruido de un avión a punto de despegar. Y además juran que los labios de quienes la tocan se mueven aproximadamente ¡235 veces por segundo! Wow. Un esfuerzo similar al que debía hacer, por ejemplo, Miles Davis para tocar su trompeta en So What. ¿Qué les parece? Como bien dijo Oscar Wilde cuando a fines del siglo XIX le mostraron la maravilla de la época, el teléfono. “¿Se habla por aquí? Ahá. Pero, ¿de qué?”
(...)
Si a estas alturas alguien supone que me burlo de un instrumento autóctono de la más pura africanidad, citaré a Bernd Clausen, profesor de etnología musical de la Universidad de Würzburg: “No existe en la cultura musical africana ningún instrumento que genere sonido a través de un embudo, y menos aún que esté fabricado con... plástico”. Y, no, claro. Su colega, Gero Erdmann es todavía más específico: “La vuvuzela fue inventada hace solo nueve años y es un instrumento demasiado joven para estar arraigado en la cultura africana”. Efectivamente: recién en 2001, mientras las gemelas y nosotros nos caíamos a pedazos, la firma Masincedane Sport comenzó a comercializarlas en Sudáfrica. ¡Mire usted! Aclarado el punto, muchachos, seguiremos detestándolas sin peligro de herir susceptibilidades. Muchas gracias.
Este Mundial es muy onda vuvuzela. De una nota sola, monocorde, estridente y vacío; más bien berreta, metido a rosca en nuestras cabezas a fuerza de marketing y publicidad. Con todo respeto, a Cristiano Ronaldo, Rooney, Kaká o Ribéry se los ha visto mejor en los posters que en la cancha. Los partidos son tan aburridos que uno se ilusiona con los duelos a vida o muerte a partir de octavos que al menos tienen... ¡penales! Ay. ¡Pero qué aspiración tan modesta!, como dijo Borges sobre Galtieri en 1981, cuando le comentaron que ese general de voz aguardentosa “soñaba con ser otro Perón”. Es lo que hay.


No hay comentarios: