sábado, 26 de junio de 2010

Celeste y negro

A los uruguayos les encanta ganar así. A todos, en realidad, nos encanta ganar así: apretados, haciendo el aguante, bajo la lluvia, pegándole un último puntazo a la angustia antes de que termine el partido. El sabor de las victorias sufridas se disfruta especialmente.
Así, muy a lo uruguayo, la Celeste vamo' arriba se metió en los cuartos de final.
Le ganó al generoso equipo coreano, que hizo goles en todos los partidos, que lo apretó durante casi una hora hasta empatarle 1-1 y que no se lo volvió a igualar porque entre el agua, el barro y el aguabarroso Lugano la sacaron antes de que cruce la línea.
Era lógico y fue justo: Uruguay ya está entre los 8 mejores.
Premio a esos zagueros centrales que dejan alma y vida, con Lugano como abanderado (aunque a veces te deje a pata porque puede hacerse echar -detalle que parece ir mejorando con la edad- es un defensor de la gran puta, no sólo por aguerrido y valiente, sino también por bien ubicado y por condiciones técnicas); a ese volante que es Diego Pérez, y que es uno solo aunque a veces parece que tuviera un gemelo jugando en otra zona de la cancha; y a ese par de delanteros que se entienden de maravillas, que son solidarios entre sí y que andan en buena racha, así que agarrate: Diego Forlán -no pone peros cuando tiene que dejar de lucirse-, y el Zorro Suárez, que se consagró con dos goles -el segundo, una belleza- en el nivel internacionalísimo.
Lo que se les viene es Ghana, que consiguió finalmente un poco de respeto por el fútbol africano, ganándole a un Estados Unidos apagado, que -como ya han hecho algunos otros equipos- ni siquiera apeló en los minutos finales a la ambición desesperada para no quedarse afuera. Por más que el arquero fue a cabecear en un centro, a los yanquis -sin embargo tan gustosos de esas películas baratas con hazañas deportivas de finales felices- les faltó un libretista que los empujara al menos a buscar la gloria desde el desenfreno.
Y eso que estaba todo más o menos preparado: hubo alargue y jugadores que corrieron hasta 15 kilómetros, como si estuvieran en Hollywood. Pero no.
El show de todos modos no faltó: Mick Jagger estuvo en la tribuna como si fuera americano de la primera hora, y también Bill Clinton asomó por allí para gritar la victoria contra un representante del tercermundismo, que en este caso no ocurrió.
Los ghaneses son de considerar, porque tienen en el arquero Kingson a uno de los mejores del Mundial -hoy ratificó lo que había mostrado en los otros encuentros- y porque por algo llegaron hasta allí, pese a que tuvieron en su camino obstáculos del nivel de Alemania (perdieron por poco) y Serbia (ganaron por poco).
A simple vista parecen un poco menos que los hermanos sudamericanos, que tienen -sobre todo- el detalle que sirve para ganar los partidos: delanteros encendidos y de jerarquía.

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