Sudáfrica y Méjico terminaron 1-1 por el Grupo A, que es el que cruzará sus equipos clasificados con los del grupo donde está la Argentina. Fue un partido entretenido, que terminó siendo de ida y vuelta. Dejó algunas cositas para pensar.
- Tan viejo como el fútbol: el que falla, las paga. Méjico tuvo que haberse ido ganando el primer tiempo, donde superó claramente a los locales. Pero no hizo el gol. Después, lo tuvo Sudáfrica: ganaba 1-0 y de contraataque gozó de oportunidades inmejorables. Se equivocó en todas y sufrió el empate.
- Ocurrió lo que va a pasar en la mayoría de los partidos con rivales parejos -es decir casi todos-: durante un lapso de minutos domina claramente uno de los equipos, durante otro rato lo hace el otro. Con lo cual es fundamental aprovechar ese "cuarto de hora" para que el dominio del terreno, el ánimo y la pelota se concrete en la red.
- Los africanos, aunque pase el tiempo, cargan consigo inegnuidades y desconcentraciones. Durante el primer tiempo la faena por el lateral izquierdo de Thwala -reemplazado con toda lógica en el entretiempo- facilitó una victoria que Méjico no supo aprovechar sobre todo porque el correntino Guillermo Franco falló en la definición. Cada centro al área fue una invitación a la conquista (así vino el gol mejicano), porque los sudafricanos marcan poco y mal. La excepción es el arquero: Khune se mostró seguro y rápido y sacó bien, aunque se arriesga demasiado en algunos centros.
- Méjico no puede tener serias aspiraciones en un Mundial con un arquero como el Conejo Pérez. Es una ventaja mayúscula en este nivel.
- Algunos sudafricanos por momentos parecen nacidos en Barracas. Triangulan bien, hacen paredes, tocan y meten el pase profundo como si tuvieran encima todo el potrero rioplatense. El mejor ejemplo fue el golazo de Tshabalala: zurdazo potente y preciso justo al ángulo después de veloz contrataque, que incluyó un toqueteo en el medio y un pase riquelmeano. A eso le agregan desde ya, los rasgos característicos de la raza: potencia y velocidad.
- Méjico tiene un dispositivo táctico con sus rarezas: Rafa Márquez es una suerte de jugador libre, que a veces defiende, a veces arma, a veces ataca. Pocos equipos se paran de este modo. La idea requiere una coordinación especialísima, y así como puede tener aspectos enriquecedores a la hora de proponer, también genera sus problemas defensivos, sobre todo ante los contraataques, como le pasó a Méjico, que así y todo zafó.
- La suerte siempre mete la cola: pareció que Mphela marcaba el 2-1 para Sudáfrica sobre el final, a la salida de un pase de su propio arquero (tremenda distracción defensiva de los mejicanos), pero la pelota dio en la base del poste.
- Los cambios mejicanos fueron extraños: salieron Aguilar y Vela, que tal vez habían sido los mejores jugadores de su equipo hasta ese momento. Quizá estaban cansados tras el despliegue en el primer tiempo. Cuathemoc Blanco, que ingresó, demostró que s un jugador distinto: punzante, que maneja las dos piernas a su antojo y siempre peligroso para el rival.
- El arbitraje fue impecable. Aunque suena raro que un partido inaugural de un Mundial quede en manos de un árbitro de Uzbequistán, Ravshan Irmatov fue severo, estuvo cerca de las jugadas, sacó las amarillas a tiempo, no dejó que se le enrareciera el trámite y tampoco lució como los típicos saca-partidos. Lo ayudaron muy bien los líneas.
- Una de las jugadas curiosas y difíciles se produjo en un off-side de Blanco en el segundo tiempo. Durante la transmisión de la televisión pública, Enzo Francescoli y Diego Latorre dijeron que el línea había mostrado un "desconcepto", porque le cobraron la infracción al delantero mejicano tras el rebote en un defensor sudafricano. En realidad, el línea actuó bien: una regla que tiene vigencia desde fines del año pasado supone que los delanteros ya no quedan habilitados ante un rebote o una pifia en el defensor, sino que debe haber un pase. Es decir: la pelota debiera provenir de un defensor que tuvo el manejo del balón y determinada intención de jugarlo, no como ocurrió en este caso, en que el balón le rebotó y no llegó a controlarlo. La jugada pasó desapercibida, porque ni siquiera fue peligrosa, pero es un detalle de interés.
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