miércoles, 16 de junio de 2010

Velocidad/apuro vs. paciencia/pereza

Si te dan a elegir un rival de los 32 que juegan el Mundial para debutar, casi seguro que optás por Honduras, que se supone el más débil de todos los competidores. Esa suerte la tuvo Chile, que mostró la esencia del libreto bielsista y avisó que es un equipo a respetar.
El que no tuvo suerte fue España, que ante los insoportables suizos que decidieron meterse todos atrás -y lo hicieron bien- pudo haber empatado pero falló a la hora de la definición.
Fue la presentación de dos modos de practicar un fútbol ofensivo y generoso: la vertigionosidad que está en los manuales de Marcelo Bielsa y la paciencia toquetera de los españoles, que sin embargo cuando las papas quemaban tuvieron que parecerse más a La Furia que a otra cosa.
Los dos equipos tienen sus riesgos: la velocidad ultrasónica que imprimen los chilenos, con prisa pero sin pausa, los lleva a confundirse con el apuro, que no es buen consejero y genera -sobre todo- errores en la definición. Por ese pecado fue que Chile terminó sufriendo y no goleó.
España insiste demasiado en el toque lateral. Lógico si se parte de la base del estilo que tienen sus jugadores, y que ha obtenido resultados concretos en distintos niveles: pero en este primer partido dio la sensación de que los excelsos Xavi e Iniesta llegan a confundir la paciencia con la pereza, sobre todo porque -se nota- les falta el Messi del Barcelona (¡que la extrañada no sea mutua!). O alguien así.
En cambio, Chile lo tiene: Alexis Sánchez es lo más parecido a Messi que se ha visto en este Mundial. Y el concepto no es una comparación de capacidades sino de estilos. Desde ya que hay que ser relativo -tomando en cuenta la escasa dimensión del rival- pero Alexis encara. Y pasa. Gambetea, va para adelante, se filtra entre los defensores. Es agresivo y desequilibrante (y encima da una mano en la recuperación). Hoy, al chileno que juega en el Udinese -y como le pasó a Messi el sábado (y como no le pasa casi nunca en Barcelona)- se comió un par de goles que parecían hechos, quizá producto de esa velocidad que de tan rápida termina siendo apuro.
A Chile bien le vendría un Iniesta o un Xavi, como España necesitaría de un Alexis.
Los sudamericanos pueden pensar en grande porque el equipo luce comprometido al mango con una idea: está entusiasmado consigo mismo. Y aparte tiene en las gateras a un goleador de verdad, como Chupete Suazo. Pero es evidente -hasta la modestísima Honduras dio una muestra- que pagará en defensa toda esa energía haciendo foco sobre el arco rival.
España quedó jodida con este resultado. Fue el gran golpe suizo, que es cierto que aprovechó una jugada afortunada y después recibió otros guiños del azar (tuvo la pelota sólo el 37% del tiempo; hizo 8 tiros al arco contra las 26 pruebas españolas), pero también pudo marcar el 2-0 de contraataque.
Para el equipo de Vicente Del Bosque el gran pesar es haber sido derrotado en el momento más inoportuno. No es una selección acostumbrada a la frustración (venció en los 10 partidos de la eliminatoria y en los últimos 3 años sólo perdió un partido y ganó más de 40) y eso puede pesar el doble para quien venía con la chapa de candidato.
Tanto que en la media hora final tiró a la mierda su manual de estilo: se olvidó de su paciencia que ya era pereza y apostó a la tradicional furia, con centros a la olla, pelotazos y enjundia. No le sirvió.
Si Chile está enamorado de una idea de juego, y el triunfo y la buena actuación le sirven para reafirmarla, España entra ahora en una duda que puede ser fatal.
Lo que ya puede preverse es que si no hay algo demasiado raro en la segunda fecha, España y Chile disputarán un partidazo en el cierre de este grupo: será el choque de dos equipos similares en su ambición y generosidad, pero con poses muy distintas.

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