viernes, 2 de julio de 2010

De la cabeza

Cuando un gigante se derrumba, hace más ruido.
Brrrrrrrrrruuuuuuuuuuuummmmmm, se escuchó la caída brasilera. El Mundial se quedó sin el gigante, sin el penta y gran candidato. Y perdió como debía ser: un equipazo que había mostrado solidez defensiva, creatividad ofensiva, una técnica inigualable, un orden táctico envidiable, un estado físico al tope de los participantes... perdió porque no le dio la cabeza en el momento más preciado.
La costumbre de ganar trae consigo múltiples beneficios: el aumento de la confianza, la seguridad en las propias fuerzas, la posibilidad de corregir errores sin hacer dramas.
Pero por detrás, esconde un detalle que mal manejado es un defecto: la soberbia se vuelve intolerancia cuando ocurre lo que los ultraganadores creen que nunca va a ocurrirles. Y entonces, el descontrol y la impotencia reinan aún cuando las cosas no estén tan fuera de lo normal.
La respuesta anímica de un equipo es tan importante como su condición atlética, tan importante como su capacidad técnica, tan importante como su orden táctico. Incluso podría decirse que la respuesta anímica es un poquito más importante que todo lo demás cuando se juegan partidos que son a todo o nada.
Brasil lo pasó por arriba a Holanda en el primer tiempo. Le hizo un gol que también fue un regalo defensivo: un pase largo de Melo cruzó la franja central de la cancha sin encontrar piernas naranjas en su camino, Robinhio se les escapó a todos (increíble: el marcador más cercano que tenía era Roben) y definió como brasilero.
Después no llegaron más goles de casualidad, porque Luis Fabiano faltó sin avisar y porque el arquero naranja Stekelemburg dio otra gran demostración cuando hizo falta, sobre todo ante Kaká.
Como fuera, Brasil se había demostrado superior (al menos en 3 aspectos: lo técnico, lo atlético, lo táctico). Pero llegó el minuto bisagra: 22 del segundo tiempo. Centro desde la derecha de Sneijder con su pierna menos hábil. Falla del arquero Julio César (hasta el mejor del mundo se equivoca), cortocircuito con Melo, el volante que la peina sin querer al arco vacío y 1-1.
Brasil se chocó con la peor parte de su espejo: el que se cree omnipotente no puede creer, ni siquiera, que lo igualen. En vez de "empezar de nuevo" el partido, cobrando conciencia de que simplemente estaban empatados, tratando de hacer lo mismo que lo había llevado a ganar y a demostrarse mejor, perdió los estribos. Se descontroló, se enojó, empezó la caza de culpables.
Sobre todo en algunos casos puntuales: Melo, por ejemplo. No se bancó el error cometido y sobre la pata cometió otro: perdió la marca de Senijder en un córner y Holanda se puso 2-1. No se bancó dos errores y entonces cometió un tercero: lo pisó a Sneijder en el piso y se fue expulsado.
Fue casi el fin del partido, aunque Brasil tiene tan enormes jugadores (Kaká, Maicon, Dani Alves, Lucio) que casi fuerza un empate pese a todo, aprovechando que los naranjas se comieron algunos contraataques imperdonables.
No es ningún secreto que Holanda tiene un muy buen equipo: está bastante firme del medio hacia atrás y además de Sneijder -un jugadorazo que hace jugar mejor a los otros- y Roben -hoy no tan desequilibrante, pero siempre peligroso- tiene el inacabable aporte de ese petiso Kuyt, que ya se mostró en otros partidos y que es una especie de Tévez a la holandesa, capaz de inquietar a la defensa rival, de llegar al gol, pero también de dar tremendas manos para recuperar la pelota.
Igual, a Brasil se le escapó por sí mismo. Este post, que advertía las maravillas del gran candidato a campeón, también anticipaba un punto en el que aparecían dudas: la capacidad de reaccionar ante la adversidad. "Así como en el rubro de la técnica roba por escándalo a cualquiera, en el partido de los ánimos puede dejar algo que desear. Los campeones también tienen que dar muestras de templanza. Hasta ahora a Brasil no le ha tocado ir en desventaja, ni sentirse dominado o sin el control del partido, pero en algunas ráfagas de sus choques con Costa de Marfil y Portugal -e incluso en los primeros minutos contra Chile- puso en evidencia algunas muestras de intolerancia que si se repiten le pueden jugar en contra".
Contra Holanda se repitieron. Y fue más grave. Porque el Mundial no perdona:  ¡Brrrrrrrrrrrrrrruuuuuuuuuummmmm!

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