viernes, 9 de julio de 2010

Los mejores... ¿los mejores?

Ya se sabe que si miramos el fútbol desde su dimensión lúdica no hay que darle demasiada importancia a las giladas de la FIFA, convertida en una institución que, en nombre del fútbol, se dedica más al negocio que a otra cosa.

Pero igual provoca un poco de qué se yo el hecho de que se difunda una lista de los supuestos 10 mejores jugadores del Mundial: los candidatos al Balón de Oro.


A lo mejor porque vienen con la manía de mufar a los elegidos, la FIFA esta vez armó una nómina que mantendrá en el misterio hasta jugada la final.


En 2006, antes de la definición, el elegido fue Zidane. El majestuoso francés fue gran noticia en esa final no sólo porque picó el penal de su equipo y lo convirtió, sino -sobre todo- porque se hizo expulsar tontamente y facilitó de ese modo la derrota de Francia en los penales.

 
En 2002, también antes de la final, el organismo decidió que el mejor del Mundial era el arquero alemán Olivier Kahn. A la hora de los bifes, Kahn falló: cometió un error garrafal que le permitió a Ronaldo -el verdadero mejor jugador del Mundial- abrir el partido y facilitar la vuelta olímpica de Brasil.


Y en el '98, el mufado fue el brasileño Ronaldo: lo eligieron el mejor de todos antes de que su equipo y él dieran vergüenza contra Francia, un partido que -cuenta el mito y algo más que el mito- Ronaldo sólo jugó por presiones de los sponsors, porque no estaba en condiciones de salud para hacerlo.

 
Pero volvamos al 2010. Hoy la FIFA hizo trascender su visión del mundo (del fútbol): enumeró los 10 mejores jugadores de este Mundial, según su ojo. Son todos delanteros o volantes ofensivos, detalle que merece una mirada aparte.


Empezamos por los que, al menos ante un análisis general, no suenan disparatados: los españoles David Villa, Xavi e Iniesta, fundamentales en el desempeño de su equipo finalista; el uruguayo Forlán, otro que tuvo un gran desempeño y se hizo sentir en la red; los holandeses Arjen Robben y Wesley Sneijder, que desequilibraron a favor de un equipo que llega invicto a la final; el alemán Bastian Scweinsteiger, volante que jugó estupendos partidos contra Inglaterra y Argentina.


Pero la FIFA peca de acomodaticia, y es evidente que en su afán por quedar bien con Dios y con el Diablo incluye a determinados nombres y hace sentir la ausencia de otros con más méritos.

 
La presencia es esa nómina del ghanés Asamoah Gyan parece una suerte de dádiva al mundo del fútbol africano: nadie diría que Gyan hizo un mal Mundial, aunque la historia lo recordará porque su penal fallido en el alargue privó a su continente de llegar a semifinales por primera vez en la historia. Más allá de eso, cumplió una aceptable actuación, pero de ningún modo puede creerse que jugó más y mejor que -por ejemplo- los alemanes Podolski o Müller, a quien seguramente la FIFA piensa compensar con el premio a la Revelación del Mundial. ¿Pero por qué una cosa quita la otra? ¿Por qué no puede un jugador ser Revelación y al mismo tiempo uno de los mejores?

 
Ante la carencia de estrellas en los cuartos de final (ni Rooney, ni Cristiano Ronaldo), la FIFA manoteó a un mediático marketinero de los que sí llegó: Lionel Messi, créase o no, también está en la lista de los 10 mejores del Mundial. Visto desde nuestra Argentina, hasta parece que se nos cagan de risa. Messi hizo un gran partido contra Nigeria, en el debut, y desde entonces jugó cada vez peor, hasta directamente desaparecer justamente en los dos partidos más importantes, contra México y Alemania. Y sin embargo, como si su nombre hubiera estado en esa lista de famosos incluso antes de comenzar el Mundial, es parte de la nómina de "los mejores". Con este solo ejemplo el asunto pierde toda credibilidad. Messi ni siquiera fue el mejor jugador argentino del Mundial. Se retiró sin hacer goles, que es su gran especialidad. Pudo haberlos hecho, es cierto; tuvo algo de mala suerte. Pero la FIFA -por ejemplo- deja fuera de esa lista al alemán Klose (que sí hizo los goles), quizá esperando compensarlo con el premio como goleador del torneo. Y también a Kaká, que aunque se fue tan tempranamente como Messi dejó una imagen mucho mejor y se reivindicó, aún con las huellas de una lesión, como uno de los mejores del mundo.


La presencia del alemán Mesut Özil se justificaba en los primeros partidos (sobre todo tras el encuentro contra Australia), pero también fue decayendo. Después de lucirse contra Inglaterra -sobre todo en los últimos minutos- contra Argentina fue uno de los pocos alemanes que no aparecieron en su dimensión. Contra España no existió. Y en cambio, no aparece -por ejemplo- el uruguayo Luis Suárez, quien fue fundamental para su equipo no sólo marcando goles vitales para la clasificación y el pasaje a cuartos de final, sino también metiendo esa mano de Dios contra Ghana. Tampoco aparece el japonés Honda, del que es más fácil olvidarse porque es japonés y perdió en octavos, pero así y todo dejó mejores recuerdos que unas cuantas estrellas. Y repasando esos nombres, uno tiene ganas de decir que hasta Robinhio, el holandés Kuyt o Carlitos Tévez merecían un espacio...


Pero ya se sabe lo que es la FIFA, así que tampoco es cosa de dramatizar demasiado, ¿no?

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