miércoles, 7 de abril de 2010

Te queremos, Messi, ¿te queremos?

Ya estaba todo dicho: que Messi es el mejor, que no hay quien le llegue a los talones, que el mundo está rendido a sus pies. Ya se habló lo necesario sobre el marketing y las millonadas que cobra semanalmente. Ya saltaron puteríos sobre sus novias y su familia apareció en los medios. Ya empezaron las comparaciones con el Diego y se volvió una herejía atreverse a considerar que el muchachito de la película no es el mejor del mundo.
Las estadísticas son contundentes y su maestría para definir no admite paralelismos. La expectativa está puesta, desde ya, en el próximo Mundial.
Pero en ese fárrago noticioso-analítico-perspectivo (la censura de la época es la sobreinformación), se nos olvidó lo más importante, lo central, lo esencial: ¿lo queremos a Messi? ¿Sentimos afecto por él? ¿Messi quiere que lo quieran? ¿Nosotros queremos quererlo? ¿Podemos quererlo? ¿Por qué quererlo, o por qué no?

Lo más importante del fútbol, además –claro estᬖ del juego en sí, es el amor. Si no se mezclaran las pasiones, que pueden ir de la adoración acrítica al desprecio más cruel, el fútbol sería un trámite burocrático más, con goleadores, vallas menos vencidas, jugadores de eficiencia extrema o soldados mediocres peleando por una camiseta.
Pero está el amor, ahí, dando vueltas (y desde ya su contracara, el odio): el amor por una camiseta, o por el oficio; el amor propio, o el amor a lo planificado; el amor por la belleza, o por un equipo; el amor por lo que hubiéramos querido ser, o el amor por lo que sentimos nuestro.
Por eso nunca es tan importante lo bien que juega un futbolista como lo que sentimos por él.
Y sin embargo, los dimes y diretes en torno a esa pulsión vital se nos habían fugado en el Caso Messi. Escasas líneas se han escrito respecto de lo que sentimos por él, o de lo que él siente por nosotros. Y si esa cuestión influye –y de qué modo– en su juego en la Selección.


DIOS Y EL AMOR
Ya no quedaban más adjetivos por adosarle al infernal muchachito. “Dios vestido de futbolista”, redondeó en aplicación del más grosero lugar común el relator de Fox durante la exhibición frente al Arsenal de Inglaterra.
Supongamos, entonces, que Messi es Dios vestido de futbolista. ¿Lo queremos a Dios? ¿Por qué habríamos de quererlo?
Un comentarista del blog de El Fisgón tiró la primera piedra. Preguntó, como con desencanto: “¿no lo quieren a Messi?”. Y el tipo me hizo pensar: ¿lo quiero a Messi, le tengo afecto? ¿Lo queremos a Messi? Y fui un paso más allá: ¿por qué tendría que quererlo a Messi? Y más todavía: si finalmente sucede que a Messi no lo quiero, no lo queremos, ¿es un pecado?
Uno cree como convencido que para querer a alguien, o mejor dicho para que exista un vínculo afectivo –que ponga a jugar sensaciones y sentimientos– deben darse determinadas condiciones.
Siempre haciendo la aclaración de que estamos hablando de personajes públicos –se supone que no pueden ser comparables los afectos con esos personajes que los que tenemos cotidianamente con las personas cercanas– uno quiere a alguien que siente que lo representa. Uno no quiere a nadie por la eficiencia demostrada –sea en la materia que fuera: el fútbol, la contabilidad o la guerra–; sino que necesita siempre algo más que lo identifique. Eso: que lo identifique.
Para querer a alguien hay que compartir cosas, sentirse pieza de una misma cuestión, ponerse de su lado, bancarlo, creer que vale la pena ser parte de lo mismo. Eso supone corresponderse en las alegrías y los dolores, acompañarse en las ideas y los sueños. Cuando uno quiere a alguien, pretende que le vaya bien en todo. Hace fuerza para que las cosas le salgan tal como él desea. Para que sea feliz. Pero para tener ese sentimiento hace falta sentirse porción de un mismo algo.
Para que quede claro: los 4 goles de Messi al Arsenal lo consagran como un jugadorazo, lo ponen en lo más alto del fútbol del mundo, lo acercan un poco más en la comparación con Maradona. Pero de ningún modo por esos 4 goles lo queremos más a Messi. O yo, por lo menos.


ACLARACIONES Y OBVIEDADES
Más aclaraciones por las dudas, en un mundo messificado:
1) Cuando se habla de “querer” o “no querer” se debe leer “corrientes de afecto”. Ya está escrito: hay personas y personajes que provocan sensaciones, sentimientos y pasiones, lo mismo da –para este artículo– que sean el amor o el odio. Cuando yo me pregunto si sería pecado “no querer a Messi” no estoy hablando de despreciarlo, sino más bien de aproximarse a la indiferencia respecto de su destino;
2) Hay “comunicadores” detestables en esta hora. Tan detestables como los que hace 2 o 3 años ya compraron el discurso marketinero de repetir que Messi es el mejor del mundo y por lo tanto un intocable, son los pavotes que ahora fingen enojo o indignación cada vez que Messi mete un gol, y se preguntan desde la estrechez de miras con exacerbada tendencia patriótica: “¿por qué no hace eso en la Selección?”.
Ahora, dos obviedades:
1) En Barcelona sí que lo quieren a Messi. Lo aman, lo adoran.
2) Nosotros –yo por lo menos– no somos Barcelona.


COMPARACIONES ODIOSAS
Para que nosotros queramos a Messi –yo por lo menos– no nos hacen ya falta tantos goles, sino otros componentes para una historia. Así como está, la leyenda se queda a mitad a camino. Messi tiene serias desventajas en ese rubro y es probable que eso influya en su juego en el Seleccionado, donde siempre parece que pidiera permiso para ser el que es, o que se sintiera en un sitio que no es exactamente su lugar en el mundo.
Será imposible no caer, también en esto de las cuestiones del afecto, en las comparaciones con Maradona. Pero si le damos a Messi el honor de compararlo en su juego, en sus títulos, en sus condiciones y en sus significancias, ¿por qué evitar también en este rubro un paralelismo, que puede ser odioso, sí, pero que está en la esencia futbolera?
Lo que digo es: a Maradona lo queremos –y lo odian– no sólo porque metió quichicientos goles no sé dónde, sino porque nació en Villa Fiorito y eso ya se sabe lo que quiere decir; lo queremos –y lo odian– porque cuando era un gurrumín le dijo a una cámara de televisión, en blanco y negro, que soñaba con jugar un mundial y ganarlo; lo queremos –y lo odian– porque arrancó en un equipo modesto y simpático como Argentinos Juniors al que elevó a la fama mundial y en el que hizo goles de todos los colores y tan tridimensionales como los que Messi mete en Barcelona; lo queremos –y lo odian– porque se puso la camiseta más popular del país e hizo bandera con esos colores; lo queremos –y lo odian– no porque salió campeón de la Liga de Italia, sino porque lo hizo en el Nápoli, un equipo del bajo fondo que tenía prohibida la alegría; lo queremos –y lo odian– porque es un negro bocón capaz de mandar al Papa a la puta madre y de optar políticamente como se le antoje.
No alcanzan la técnica, la velocidad, la maestría en la definición, el talento innato, la genialidad inigualable. Todo eso, que Messi tiene, no alcanza para que lo queramos. Hace faltan otras cosas.


MÁS AMORES
¿Cómo no van a querer los hinchas de River a Orteguita? ¿Y lo quieren porque salió campeón unas cuantas veces, o porque metió unos cuantos goles? Sí, lo quieren por eso, pero más lo quieren porque es Orteguita, y lleva la camiseta tatuada en la piel, y porque es un borracho que no puede consigo mismo pero tampoco con su amor por el fútbol; y lo quieren porque el tipo entrega el alma y porque su compromiso no se cotiza en la Bolsa de Valores y porque su fútbol es un juego y es mucho más: es el grito de una idea, de una forma de vida, de una visión del mundo. Y entonces los hinchas de River se sienten parte.
¿Cómo no van a querer los hinchas de Estudiantes a la Brujita Verón? ¿Y lo quieren porque es elegante y le pega con un fierro? Sí, lo quieren por eso, pero más –mucho más– porque en una época de vida fácil y no te metás, el tipo se la juega y vuelve a la cuna futbolera que lo vio nacer. Y pone plata, sí, pero además pone el cuerpo. Tiene ideas, piensa y comparte, es un producto de sí mismo pero también de una historia, una familia pincharrata que se hace leyenda. ¿Cómo no lo van a querer a Verón, entonces, si es parte de una misma cosa, un mismo proyecto, un mismo sueño?
A Maradona lo queremos –y lo odian– no sólo porque salió campeón por acá y por allá, sino porque se cayó muchas veces y se levantó. Lo queremos –y lo odian– porque inventó la fraseología maradoniana. Lo queremos –y lo odian– porque es parte de un nosotros, es uno de los nuestros, compartimos sus pesadillas y sus quimeras.
Lo queremos más porque una hepatitis lo volteó y se levantó; porque una fractura lo volteó y se levantó; porque la cocaína lo volteó y se levantó.
Al Diego lo queremos porque le hizo un gol a los tanos en México ’86, pero mucho más lo queremos porque jugó un mundial entero con un tobillo roto. Lo queremos porque pateaba los tiros libres como con un guante, pero mucho más porque lloró como un nene cuando perdimos la final en el ’90. Lo queremos porque gambeteaba como los dioses, pero mucho más porque erró el penal contra Yugoslavia y siguió pateando. Lo queremos porque se contradice, porque se equivocó dos millones de veces.
Al Diego lo queremos –creo– porque nos quiere.
¿Nos quiere Messi? ¿Quiere Messi que lo queramos?


LÁGRIMAS Y CANCIONES
El gol del Diego a los ingleses, en el ’86, tuvo su calco en el que Messi le hizo al Getafe. Una gambeta sideral, una copia fiel. Víctor Hugo Morales, que relató mágicamente el primero de esos tantos, podría haber aplicado una buena parte de sustantivos y adjetivos al otro gol: fueron corridas memorables; dos barriletes cósmicos que de qué planeta vinieron
Pero en el gol del Diego, Víctor Hugo lloró. Se llora frente a un gol no tanto por su maravilla técnica, ni por una hazaña física, ni por la perfección táctica, ni siquiera por el resultado que esté marcando. Se llora frente a gol cuando ese gol lo hace un tipo al que queremos mucho.
Lo mismo pasa con algunas canciones que erizan la piel: no es fácil hacerle un himno a un tipo que juega maravillosamente al fútbol si no hay por detrás de esa magia un sentido más profundo, alguna otra cosa que compartir. Peteco Carbajal, Los Piojos, Julio Lacarra, Charly García o Andrés Calamaro podrían hacerle ya mismo una canción al Messi gambeteador, goleador y “extraterrestre”. Pero para que la obra alcance verdadera dimensión, tienen que esperar un poco. Tienen que definir –por ejemplo– si lo quieren.
Cuando hablo de “querer”, además, me refiero a una esencia, a un sentimiento profundo. Si uno escucha hoy a cualquier allegado al mundo del fútbol, encontrará poco menos que amor unánime por Messi. Pero una cosa es lo que parece amor y otra el amor verdadero, que atraviese tiempos y circunstancias. Eso, por ahora, no existe.
No tenemos, por ejemplo, un cantito para Messi. Si tanto lo quisiéramos, tendríamos un cantito. Y no lo tenemos. Habrá que ir preparándolo, por si Messi quiere que lo queramos.


QUEREMOS QUERERLO
No sabemos, por ejemplo, qué piensa Messi, y para quererlo tenemos que saber: qué piensa del juego, qué piensa de las personas, qué piensa del mundo; necesitamos que se salga de ese corralito impuesto por el vacío y el silencio. Ese corralito que se nota en la cancha cuando, vestido de celeste y blanco, navega entre la timidez y el desgano, entre el desconcierto y la abulia.
Todo eso, claro, si Messi quiere que lo queramos, que a lo mejor no.
Porque tampoco es asunto fácil dejarse querer por tipos como nosotros: enfermizos como somos, al final, no sólo estamos buscando un tipo que juegue lo que jugaba el Diego; no sólo un mago que alce la copa del mundo. Estamos buscando algo mucho más importante que eso: un tipo para querer.
Pero si Messi quiere que lo queramos –que a lo mejor quiere– necesitamos que nos demuestre –pero ni siquiera jugando bien para Argentina, sino con algún gesto, alguna decisión, alguna palabra– que podemos ser parte de un mismo algo: puede ser la Selección, pero también alguna idea, algún sueño. O todo junto.
Ojalá quiera.
Pero eso, sí, estemos advertidos: si Messi quiere que lo queramos, también necesitamos –para comprobar, por ejemplo, si tiene la voluntad de reponerse– que algo de vez en cuando le salga mal. No se puede querer a un tipo al que todas las cosas le salen bien.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que asistimos o somos contemporaneos de, al menos en mi caso que ya vi a Maradona, otro de los mejores jugadores de la historia. Creo además que Messi puede llegar a ser capaz de superarlo como jugador y hasta tal vez en titulos ganados, lo que no extrañaría ya que el palmar de Maradona no es por si solo extenso. Pero, he aquí la cuestión, Maradona fue, es y será idolo. A Maradona lo disfrutamos aca, en las canchas argentinas, donde fue forjando su mito. Luego fue inmenso, enorme, dejó en el piso a tanto ingles, y al norte de la Italia rica. Fue de tobillo hinchado y milagro ante Brasil. Con poco recordarlo surge su estatutra de único. A Messi lo vemos lejano, teatral, parte de un espectaculo y de un sentimiento que no es nuestro. No hay posibilidad de amor a la distancia, si de admiración.

soliman el magnifico dijo...

buenisimo el articulo, casi me pongo llorar y para mi messi nunca va a ser maradona o cerca por una cuestion de personalidad y por los equipos que jugó, preguntenlen a un, argentino, napolitano, africano, aleman, ingles o brasilero que significa maradona por que ademas de ser dios como jugador, fue un gran defensor de los que menos tienen y de los comunes que alguna vez soñamos ser como el. pero no hay que comparar, por que le va a ser mal al pibe, por que para estar cerca del diego va a tener que sentir y traspirar con la celeste y blanca, si no el argentino comun no lo va a tener como idolo, ni como nada o lo va a rajar a puteada.

Anónimo dijo...

Siempre hay "peros"... "messi es el mejor, pero maradona jugó con el tobillo hinchado". "Ya se habló demasiado...". ¿De qué se habló demasiado?. ¿Quien no disfrutó a maradona?. Sería estupido decir que este chico es mejor que maradona, o que no siente la camiseta, o que porque lo criaron los gallegos no sabe lo que es el futbol argentino. ¿Cual es la culpa de Messi?. ¿Que la descoza en el barcelona y no en river o boca?. No sé si tratará de quererlo o no quererlo, pero por qué no lo disfrutamos?. Ha, me olvidaba, el mundial se gana entre todos, no un pendejo que juega muy bien. El fútbol es un deporte grupal.
Está buena la pagina... una propuesta solamente. ¿Podrán hablar así se debate del futbol de la pampa?. Es un caso serio, solo hay que ver como estan los terrenos, así dificl tirar un caño.

El Pulpo Alejandro

Anónimo dijo...

yo quiero decir que las comparaciones son odiosas. los comentarios mas inteligentes que escuche en la "media" al respecto son los que advierten que es imposible comparar por la diferencia de velocidad a la que se juega a la pelota hoy en dia. esas comparaciones y clasificaciones top son oportunas sólo para quienes reparten la torta de millones de las publicidades y espacios mediáticos, y para el resto son el entretenimiento diario... una noticia pedorrra mas pa engancharse y no hacer la revlución (diría un amigo)..
ahora desde ese lugar sí vale advertir que los mundiales han ido perdiendo con los años la importancias... es obvio que los jugadores no ponen la pierna como en sus clubes... y la respuesta no escapa a nadie... EN LOS CLUBES COBRAN FORTUNAS... entonces...

¿no son las ligas como "champions" los verdaderos mundiales. donde los mejores acróbatas del fútbol realizan todo un despliegue que se mira en millones de televisores?? y que rinde (semanalmente, mensualmente, anualmente, lustralmente) millones y millones y millones.. y copa es sostenida como una tradición y nada mas...

LOS NACIONALISMOS APESTAN (ya mirando el desarrollo de la historia toda) las banderas y los nacionalismos son un recurso que el mercado irá desplazando cada vez más y más hasta que messi pueda jugar en la selección de España por ejemplo... si se les cantare... y como ya han hecho....
la verdad es que no me importa saber si lo quiero o me quiere. o quiere que lo quiera.. es un terrible atleta... y listo. lo voy a mirar todas las veces que lo enganche EN la tele y tambien voy a mirar el mundial... PERO LO MIRO COMO UN CIRCO Y NADA MAS... LOS fanatismos SON MEDIO UN GARCHITA que fomentan la tele y los medios de mierda.. para que la gente gaste guita...
desde hace un tiempo me pasa que lo unico que quiero cuando pongo un partido es que jueguen lindo y metan muchos goles, como cuando me paro en alguna cancha de las de aca.. a mirar. o bien jugar de vez en cuando...
AHORA SI DESPUES DE TODA ESTA PEDORRADA me parace a pensar igual si lo quiero o no... diría que NO LO QUIERO... un poco por su perfil careta digamos (contrastado con el Diego que igual salio en la foto con cuando presidente hijo de puta hubo en el país) y otro poco porque parece medio pecho... pero es un pecho ligerito..