Se pregunta con buena leche el comentador Martín Rodríguez, en referencia al post que hablaba de los remilgos bochinescos, si el Bocha hubiera sido tan bueno en otro lado. Más puntualmente, interroga qué hubiera sido de él si salía "del halo de idealismo" que le dio Independiente. Y aunque lo elogia y dice que lo quiere, duda "si hubiera soportado el juego en Italia". La reflexión es lindo puntapié para seguir llenándonos de preguntas. La central vendría a estar casi servida:
¿de dónde sacamos, en qué momento nos creímos -y cómo- que un jugador no se recibe de crack si no demuestra sus condiciones en Europa? ¿Por qué suponemos que alguien es mejor si se destaca en Italia que si lo hace en un club argentino?
Nadie duda de que, en general, los "mejores" terminan en el viejo mundo, donde se manejan exorbitantes sumas de dinero y tienen facilidades para manotear lo que se les ocurra.
Pero si únicamente nos basamos en el juego, no hay motivos para considerar que es más complejo jugar un Inter-Milán que un Racing-Independiente, o un Roma-Lazio que un Boca-River.
No han sido pocas las veces, sobre todo en los últimos años, en que los equipos argentinos fueron campeones del mundo, en finales que -en general- miden de modo bastante aproximado los reales niveles de los equipos que las disputan. A la hora del juego, cuando en la cancha se ven los pingos, se derriban otras comparaciones y formas de medir.
Pero además, ¿por qué no invertimos la pregunta?
¿Platiní -por dar un ejemplo- hubiera jugado del mismo modo en la Argentina, contra rivales como el Ferro de los '80 o contra contrincantes pesadísimos como Platense?
Sigamos con las preguntas, porque en realidad no es más que eso lo que podemos hacer: ¿Messi gambetearía con tanta facilidad a los defensores de Lanús, o de Banfield, como gambeteó a los del Getafe? ¿Y recibiría en el fútbol argentino (supongamos, de Riquelme, o de Gallardo) tanto respaldo y tantos pases como le dan Xavi e Iniesta?
Un jugador no es más ni menos bueno de acuerdo a su paso por Europa.
En general, cada cual tiene su lugar en el mundo y es un poco injusto -además de que es improbable una respuesta que nos arrime a la verdad- interrogar qué hubiera sido de Fulano si tal cosa...
Es probable -por dar otro ejemplo- que Martín Palermo sea un jugador hecho a la medida de Boca: encontró durante años su casa; un equipo que lo rodeó bien; técnicos que lo hicieron sentir importante; hinchas que lo amaron; rivales que lo temieron, y también buena suerte. Tal vez eso en Europa no estaba a su alcance, pero no le quita méritos. Al contrario, podríamos decir -¿por qué no?- que le quita méritos al fútbol europeo, que no supo nutrir a semejante goleador de todas esas condiciones que también influyen en los desempeños.
Extendiendo la cuestión a los directores técnicos: Carlos Bianchi, a quien en Europa le fue como el culo (como DT, claro está, porque como jugador se destacó y mucho), ¿es un entrenador fracasado o es alguien a quien el viejo mundo no supo sacarle su mejor jugo, ni interpretar como correspondía, ni tenerle la paciencia que -está visto- merecía?
Podemos creer, sí, que los mejores de los mejores son aquellos capaces de destacarse casi del mismo modo en situaciones y ámbitos diversos.
Maradona lo hizo en la modestia de aquel Argentinos Juniors al que él iluminó, en el glamour barcelonesco, en las pasiones que mueve Boca, frente a las exigencias que plantea el Seleccionado y en el culo del mundo que representaba Nápoles.
Otro ejemplo bosteril y más actual: Carlos Tévez ha demostrado ser tan buen jugador con la camiseta de Boca y peleando títulos locales o internacionales; con la del Corinthians en un Brasil que siempre mira de reojo a los argentinos y terminó rindiéndose a sus pies; con la del West Ham para pelear el descenso -y zafar- en el fútbol inglés; con la del Manchester para ganar en Inglaterra, en Europa y en el mundo; y -aún con irregularidades- con la de la Selección para cumplir en el Mundial o en la Copa América y ser el goleador de la primera medalla de oro olímpica que sumó Argentina.
Esos jugadores, que juegan en cualquier lado como en el patio de su casa -y con distintos DT, y distintos compañeros, y distintos rivales, y distintos climas-, sí que tienen un plus.
Pero de ningún modo puede aceptarse que descatarse en Argentina todavía requiere de nuevas pruebas y en cambio hacerlo en Europa da de inmediato el carnet de súper crack.
¿Por qué no es al revés, entonces? ¿Por qué no considerar que los verdaderos súper cracks son aquellos jugadores capaces de marcar la diferencia en Argentina o en Brasil?
Lo que está claro es que son dimensiones diferentes, pero no necesariamente una es mejor que la otra. El secreto está en adaptarse a necesidades que son muy distintas.
Y dale con los ejemplos... Battaglia pasó por Europa con más pena que gloria, seguramente, ¿pero quién podría haber reemplazado su eficiencia en el mediocampo de Boca de los últimos años? ¿Alguien garantiza que Lampard lo hubiera hecho mejor?
Por otra parte, hay unos cuantísimos jugadores que en el fútbol europeo a lo mejor no descollan pero sí son firmes titulares, y que en el fútbol argentino tendrían serios problemas para convencer a los técnicos, a los hinchas y a sus compañeros.
En el caso de Bochini, puntualmente, fue campeón de América varias veces y también campeón intercontinental de clubes en el '87, contra el Liverpool. Ese día el Rojo ganó la final del mundo y no había ningún equipo italiano en la final. Por algo será.
No hay comentarios:
Publicar un comentario