Y vos nunca tuviste ganas de pegar un cabezazo como el de Zidane? ¿Nunca reprimiste el arrebato, temeroso y cobarde, antes de conectar sobre el pecho o el mentón del adversario, que pudo ser apenas un rival o bien un dignísimo enemigo?
¿Será que Zidane se animó a hacer lo que todos deseamos pero reprimimos? Y si es así, ¿la tarjeta roja no habrá sido un premio?
¿Fue, acaso, una obra de arte ese cabezazo elegante, repleto de gracia, incisivo y contundente? ¿O fue apenas la consecuencia de la rabia que se atraganta? ¿Fue un plan terrorista argelino, o la calentura pasajera de un número 10 fatigado?
¿Qué demanda más coraje: el cabezazo justo o el penal picado hacia el medio del arco? ¿O requiere más valentía, aún, la roja de Elizondo? ¿Y por qué no el insulto de Materazzi? ¿No puede un insulto ser una obra de arte?
En todo caso, querido Zidane... ¿era necesario que la víctima de tu cabezazo esgrimista fuera tan luego un tipo como Materazzi, un picapiedras con apellido de fideo, un zaguero perfectamente olvidable, un nadie entre los nadies, un defensor del montonazo que, encima, no sólo parece Materazzi, sino que se llama –justamente– Materazzi?
¿No era, querido Zizú, que había que buscarse enemigos a la altura del conflicto?
¿O será que Materazzi, acaso, representa algo mucho mayor? ¿Será que Materazzi fue, en ese instante, una torre gemela derribándose? ¿Será que era la torre del fútbol feo y opaco? ¿No habrá sido el mediocre Materazzi más que el símbolo de la chatura de un Mundial corroído por la trampa, implotado por la falta de gambetas y de ingenio?
Zidane, entonces, ¿es el vengador? ¿No se habrá cansado de ser el único entre tantos? ¿No se habrá sentido solo de toda soledad? ¿No habrá sentido que, como número 10, estaba de sobra? ¿Habrá escuchado, Zidane, aquello de que el enganche y el oso panda son especies en peligro de extinción? Entonces, el cabezazo, ¿fue puro miedo? ¿O fue un alerta?
¿Fue un grito de socorro, una forma de irse del todo, un accidente, un reflejo acomplejado, un mecanismo sicológico, un rasgo de audacia y de bravura, o una laberíntica manera de ser asustadizo y timorato?
¿Le importó a Zidane dejar a su equipo con uno menos? ¿Le importó a su equipo dejar solo a Zidane pegando el cabezazo, sin la compañía de ningún otro bizarro caballero dispuesto a cobrarse desquites de la mala leche de los Materazzis?
Y ya que estaba, Zidane, ¿no le podría haber metido un cabezazo también a Elizondo? ¿Y por qué no se llevó la Copa antes de irse al vestuario, y listo?
¿A quién le hubiera pegado usted el cabezazo? ¿No se impone una serie de cabezazos justicieros, reparadores de lo que alguna vez fue un juego y deporte y ahora es un show y negocio?
¿Cuánto pueden valer un par de cabezazos a Blatter y Grondona, por ejemplo? ¿Y no se puede inventar el cabezazo restaurador, sometiendo a esa pena a todos aquellos que maltratan la pelota, a los que quedan siempre en off-side, a los que se la dan siempre a los rivales, a los que no se la dan nunca a los compañeros, a los que pegan de atrás, a los que cambian de camiseta como de menú, a los que nunca transpiran y a los que nunca se equivocan?
¿Qué hiciste, Zizú, qué hiciste? ¿Qué tan santas pueden ser tu madre, tu mujer, o tu hermana para tirar en ese cabezazo las últimas gotitas de tu fútbol?
¿Y alguien se da una idea de cómo lo vamos a extrañar?
Después de todo, bien hecho Zizú, ¿¡qué tanto!? ¿No estábamos todos un poco cansados de que se portaran tan bien los futbolistas? ¿No estábamos ya hastiados de que dijeran siempre que sí, de su corrección incurable, de su falta de rebeldía? ¿No estábamos podridos, como alguien dijo por ahí, de que tuvieran tan buena conducta, y entonces no fumaran, no bebieran y –lo imperdonable– no jugaran?
2 comentarios:
Muy bueno, felicitaciones
Zidane, un señor adentro de la cancha, un jugador exquisito. El Verón francés. Materazzi un picapiedras con nombre de fideo, como bien señala el cronista. Muy buena esta idea de la página deportiva. Adelante!.
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