lunes, 26 de abril de 2010

¿Tanto lío por aquel cabezazo?


Y vos nunca tuviste ganas de pegar un cabezazo como el de Zidane? ¿Nunca reprimiste el arrebato, temeroso y cobarde, antes de conectar sobre el pecho o el mentón del adversario, que pudo ser apenas un rival o bien un dignísimo enemigo?
¿Será que Zidane se animó a hacer lo que todos deseamos pero reprimimos? Y si es así, ¿la tarjeta roja no habrá sido un premio?
¿Fue, acaso, una obra de arte ese cabezazo elegante, repleto de gracia, incisivo y contundente? ¿O fue apenas la consecuencia de la rabia que se atraganta? ¿Fue un plan terrorista argelino, o la calentura pasajera de un número 10 fatigado?
¿Qué demanda más coraje: el cabezazo justo o el penal picado hacia el medio del arco? ¿O requiere más valentía, aún, la roja de Elizondo? ¿Y por qué no el insulto de Materazzi? ¿No puede un insulto ser una obra de arte?
En todo caso, querido Zidane... ¿era necesario que la víctima de tu cabezazo esgrimista fuera tan luego un tipo como Materazzi, un picapiedras con apellido de fideo, un zaguero perfectamente olvidable, un nadie entre los nadies, un defensor del montonazo que, encima, no sólo parece Materazzi, sino que se llama –justamente– Materazzi?
¿No era, querido Zizú, que había que buscarse enemigos a la altura del conflicto?
¿O será que Materazzi, acaso, representa algo mucho mayor? ¿Será que Materazzi fue, en ese instante, una torre gemela derribándose? ¿Será que era la torre del fútbol feo y opaco? ¿No habrá sido el mediocre Materazzi más que el símbolo de la chatura de un Mundial corroído por la trampa, implotado por la falta de gambetas y de ingenio?
Zidane, entonces, ¿es el vengador? ¿No se habrá cansado de ser el único entre tantos? ¿No se habrá sentido solo de toda soledad? ¿No habrá sentido que, como número 10, estaba de sobra? ¿Habrá escuchado, Zidane, aquello de que el enganche y el oso panda son especies en peligro de extinción? Entonces, el cabezazo, ¿fue puro miedo? ¿O fue un alerta?
¿Fue un grito de socorro, una forma de irse del todo, un accidente, un reflejo acomplejado, un mecanismo sicológico, un rasgo de audacia y de bravura, o una laberíntica manera de ser asustadizo y timorato?
¿Le importó a Zidane dejar a su equipo con uno menos? ¿Le importó a su equipo dejar solo a Zidane pegando el cabezazo, sin la compañía de ningún otro bizarro caballero dispuesto a cobrarse desquites de la mala leche de los Materazzis?
Y ya que estaba, Zidane, ¿no le podría haber metido un cabezazo también a Elizondo? ¿Y por qué no se llevó la Copa antes de irse al vestuario, y listo?
¿A quién le hubiera pegado usted el cabezazo? ¿No se impone una serie de cabezazos justicieros, reparadores de lo que alguna vez fue un juego y deporte y ahora es un show y negocio?
¿Cuánto pueden valer un par de cabezazos a Blatter y Grondona, por ejemplo? ¿Y no se puede inventar el cabezazo restaurador, sometiendo a esa pena a todos aquellos que maltratan la pelota, a los que quedan siempre en off-side, a los que se la dan siempre a los rivales, a los que no se la dan nunca a los compañeros, a los que pegan de atrás, a los que cambian de camiseta como de menú, a los que nunca transpiran y a los que nunca se equivocan?
¿Qué hiciste, Zizú, qué hiciste? ¿Qué tan santas pueden ser tu madre, tu mujer, o tu hermana para tirar en ese cabezazo las últimas gotitas de tu fútbol?
¿Y alguien se da una idea de cómo lo vamos a extrañar?
Después de todo, bien hecho Zizú, ¿¡qué tanto!? ¿No estábamos todos un poco cansados de que se portaran tan bien los futbolistas? ¿No estábamos ya hastiados de que dijeran siempre que sí, de su corrección incurable, de su falta de rebeldía? ¿No estábamos podridos, como alguien dijo por ahí, de que tuvieran tan buena conducta, y entonces no fumaran, no bebieran y –lo imperdonable– no jugaran?

viernes, 23 de abril de 2010

El mito

(...) a Messi, a quien todos vimos muy similar de movida, no se le pide que juegue como Maradona, sino que sea Maradona, que se transforme en ese mito, en ese vacío que quedó desde que Diego nos dejó huérfanos cuando sus piernas y su corazón dijeron basta. Sépanlo: a eso no puede llegar. Podrá superarlo en la cancha, redoblarlo en títulos, convertir 2 mil goles y salir campeón de Europa diez veces. Pero nunca podrá ser “Maradona”, porque no llena el formulario para ser mito.
El hombre. Nuestros mitos tienen algo de tragedia, carisma, desenfreno, locura, romanticismo, condimentos mayormente ausentes en el combo Messi hasta el momento. Además, debemos sentirlos propios y a él lo percibimos catalán (...)
Aunque se exilió un año antes, Messi es un adolescente de la Argentina de 2001, un chico al que  le negaron un tratamiento para crecer, es decir, es una consecuendia de la desaparición del estado en los necesidades primarias, y también de la decadencia de los clubes. El destrato que recibía en el Newell´s y el ningunéo que padeció el padre cuando lo probaron en River, terminó decidiendo a la familia por exilio. No hay lugar desde donde exigirle patriotismo (...).
¿Su personalidad descolgada? No es diferente a la de los chicos de su generación. Muchos de ellos convivieron con padres desocupados o explotados en sus trabajos, lidiaron con los programas atrasados de la educación y padecieron una televisión invasiva y grosera. Les interesa poco todo. Messi parece descargar toda su líbido de veinteañero en lo que más sabe, el fútbol, y en el club que lo formó, el Barcelona. Y hasta ahí llega.

(Unos párrafos del artículo de Cristian Rémoli, en Miradas al Sur)

domingo, 18 de abril de 2010

Viejos son los trapos

“Nos hace sentir sanas y fuertes. Muchas de nosotras teníamos dolores en las piernas o en el pecho cuando corríamos. Tosíamos. Al principio nos dolía todo al correr pero ahora nos sentimos genial. Y además, esto del fútbol nos hace felices”.
Louisa Ntshuketana es madre de cinco niñas y una de las integrantes del equipo de gogos (así les llaman a las mujeres mayores) en la zona de Mafarana, en Sudáfrica.
El equipo lo integran 55 mujeres de entre 44 y 89 años de edad de la zona rural del país. La idea del equipo surgió como modo de prevención de enfermedades, ante las carencias en los centros sanitarios de la región.
Ellas mismas se sentían viejas y poco útiles cuando arrancaron la actividad. Pero la organización vence al tiempo: disfrutan de la práctica sistemática que les permite hoy hacer en 45 minutos lo que antes les llevaba 3 horas, según la historia que cuenta Gema Parellada en Periodismo Humano.
Foto: Yasuyoshi Chiba

sábado, 17 de abril de 2010

Gran idea pedagógica

El viernes 26 de noviembre de 1954 el boxeador argentino Pascual Pérez peleó por la corona mundial en la categoría mosca, cetro que estaba en poder del japonés Yoshio Shirai. El combate tuvo lugar en Tokio, a la noche de ellos y consiguientemente a la mañana nuestra.
En dicho año, en mi Liniers natal, yo cursaba quinto grado de la escuela primaria. Mi maestro era César García. En la mañana del referido 26 de noviembre trajo de su casa un aparato de radio, apareció en el aula el portero portando un “Victoria” (dispositivo que se enroscaba en el portalámparas, y permitía enchufar un par de aparatos), y dejó todo listo.
García comenzó la clase como si nada. En el momento en que iba a empezar la pelea encendió la radio. Todos prestamos atención, aunque seguramente no podíamos seguirla desde el punto de vista técnico. Ganó Pérez, triunfo que obviamente festejamos. Luego de lo cual el maestro García apagó la radio, y siguió dictando clases... como si nada.
Nunca me olvidé de lo que hizo García y cada vez que puedo aplico lo que aprendí aquella mañana en el aula. Por supuesto que en aquella época los alumnos no estábamos tan “adelantados” como para faltar a clase para quedarnos en casa escuchando la trasmisión de una pelea o un partido de fútbol.
Pero probablemente hubiéramos estado hablando todo el día de la pelea, y distraídos si -en el mismo horario en el que Pérez y Shirai intercambiaban trompadas- el maestro García nos hubiera intentado demostrar que la suma del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa. Este, inteligentemente, “encapsuló” la distracción y por consiguiente pudo utilizar el resto de las energías estudiantiles, al servicio de la enseñanza.
Quienes estamos al frente de clases tenemos que dar un paso más, en la misma dirección. Porque el Mundial de Fútbol es una excelente forma para hablar, “en caliente”, de la importancia de las reglas del juego, la estrategia, el fair play, pero también de la geografía, la historia, la política y la economía, no sólo del país anfitrión sino también de los otros países cuyos seleccionados van a participar.
El Mundial 2010 se juega en Sudáfrica. Con los alumnos, durante meses podemos hablar de Nelson Mandela. De lo que quiso hacer, de lo que le ocurrió, de lo que hizo y de por qué es un símbolo, presidiendo -más allá del cargo que ocupa- una de las transiciones más difíciles (y desde el exterior al menos, más exitosas) de las últimas décadas.
Pero también podemos hablar de la importancia de canalizar la creatividad dentro de reglas de juego que no controlamos ni podemos modificar a gusto, de la importancia de analizar el comportamiento deportivo de los adversarios para mejorar nuestra estrategia dentro de lo posible.
No tengo ningún problema con que “el Gobierno” se paralice cada vez que juega la Selección argentina (algunos hasta podrían llegar a sostener que la parálisis de la decisión pública puede mejorar algunas cosas, porque nos salvaríamos de algunas barbaridades). Mi problema, hoy, tiene que ver con el accionar, tanto del oficialismo como de la oposición, antes y después de cada uno de los partidos.


(Parte de una columna publicada por el economista -y docente- Juan Carlos De Pablo, en la revista Fortuna).

viernes, 16 de abril de 2010

Yo no me divierto

"Una tarde, al intervalo, la Chancha (el negro Seoane) le decía a Lalín: cruzámela, viejo, que entro y hago gol. Empieza el segundo jastáin, Lalín se la cruza, en efecto, y el negro la agarra, entra y hace gol, tal como se lo había dicho. Volvió Seoane con lo brazo abierto, corriendo hacia Lalín, gritándole: viste, Lalín, viste, y Lalín contestó sí, pero yo no me divierto".

(La anécdota, puesta en un personaje de la obra "Sobre héroes y tumbas", de Ernesto Sábato).

martes, 13 de abril de 2010

El abrazo que no fue

Uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables.

El 10 de la varita mágica hizo lo que tantas veces, dejar el pase delicioso, un regalito para sacarle el moño y disfrutar. El 9 del optimismo hizo lo que tantas veces, y la mandó a guardar. Pero en el instante supremo, en el mejor segundo de la vida de este pobre año de Boca, el 9 volvió a hacer lo que tenía que hacer y el 10 hizo lo que quiso.
Martín Palermo, agradecido como ocurre con la mayoría de los goleadores que valen la pena, giró y buscó gritar su gol 219 –récord absoluto para la historia de Boca– con el autor intelectual de esa jugada, bastante devaluada si se tomaba en cuenta el contexto (un partido pedorro con Arsenal, con Boca en el fondo de la tabla y La Bombonera ni a medio llenar). Pero a Román lo mató el amor propio. Feliz porque él había sido el coordinador del gol tan buscado, pero quizá también celoso porque no hay estadísticas históricas de los pases de gol, en lugar de fundirse en el abrazo que correspondía con su amigo/enemigo, se quiso robar las ovaciones auriazules y se fue para otro rincón, alardeando y arrastrando en su carrera a unos cuantos compañeros.
Conformando una metáfora perfecta, otro ramillete se gestó alrededor de Palermo: Boca, el equipo, sus camisetas, quedaron divididos en dos. Literalmente. Y lo que era el mejor segundo del pobre año bostero,

domingo, 11 de abril de 2010

El Mundial como hecho pedagógico

El simple acto de ver fútbol es un hecho pedagógico, pero mucho más si junto a esa mirada participan otras varias. Y mucho más si además de cooperativizar ese momento, el fútbol, el partido, la Selección, la Argentina y el Mundial sirven como disparador de otros debates y aprendizajes. 
Parece increíble que a esta altura estemos discutiendo si vale la pena o no mirar los partidos del Mundial en una escuela. Tendría que ser un debate ya saldado. Y sin embargo uno tiene que toparse con argumentos perimidos y explicaciones dinosáuricas.
Ni siquiera después de la imposición del “fútbol para todos” –con todo lo que se difundieron los argumentos positivos de compartir un hecho cultural de ese tipo– los funcionarios que debieran aparecen convencidos.
Mientras el Ministerio de Educación nacional anunció que los chicos podrían disfrutar de los partidos de Argentina en sus colegios, hay otros que dudan,

jueves, 8 de abril de 2010

Número puesto

Hace varios partidos que no mete un gol: demasiados no sólo para mi gusto si no, a esta altura, incluso para mis necesidades. Quedó empantanado en ese récord igualado, sin poder atravesar la frontera. Alguien tendrá derecho a pensar que es una suerte de maldición. Pero te bancamos, Martín. Y viene la advertencia al mundo futbolero, ahora que nada es color de rosa y todo parece cuesta arriba: la Selección Argentina necesita de Martín Palermo en el Mundial. Y apostamos a que el Diego, que de estas cosas entiende un toco,

miércoles, 7 de abril de 2010

Te queremos, Messi, ¿te queremos?

Ya estaba todo dicho: que Messi es el mejor, que no hay quien le llegue a los talones, que el mundo está rendido a sus pies. Ya se habló lo necesario sobre el marketing y las millonadas que cobra semanalmente. Ya saltaron puteríos sobre sus novias y su familia apareció en los medios. Ya empezaron las comparaciones con el Diego y se volvió una herejía atreverse a considerar que el muchachito de la película no es el mejor del mundo.
Las estadísticas son contundentes y su maestría para definir no admite paralelismos. La expectativa está puesta, desde ya, en el próximo Mundial.
Pero en ese fárrago noticioso-analítico-perspectivo (la censura de la época es la sobreinformación), se nos olvidó lo más importante, lo central, lo esencial: ¿lo queremos a Messi? ¿Sentimos afecto por él? ¿Messi quiere que lo quieran? ¿Nosotros queremos quererlo? ¿Podemos quererlo? ¿Por qué quererlo, o por qué no?

martes, 6 de abril de 2010

Solista para concierto de orquesta

Ningún futbolista es una isla. Y Messi se apoya en sus compañeros. Es un solista para concierto de orquesta. Explota las posibilidades de un juego colectivo, a veces para coronarlo individualmente. Pero no es alguien enredado en su propio partido como muchos regateadores míticos que se parecen a los actores que hacen tal despliegue de facultades de manera autónoma a la historia y al resto del reparto que se les llama envenenadores de pozos porque, tras beber ellos, el agua ya no es potable. Messi permite que la jugada aún crezca tras pasar por él. Precisamente, el gran enigma sobre el futuro de Messi pende de la selección argentina en el próximo Mundial. La irritante incapacidad de ese equipo para tocar una partitura coherente convierte a un superdotado concertino en un ser triste y cabizbajo que arrastra además la sospecha injusta de todo un país.

lunes, 5 de abril de 2010

Hombrecito

Estaban entrados, pero no mucho, los ’80, cuando ocurrió una de esas decisiones que marcan un antes y un después. Era un tiempo en que rebotaban los entusiasmos democráticos y nos impresionaba la tele en color. Entonces empecé a hacerme un hombrecito. No por casualidad ni por el simple grito del calendario.
Las decisiones fundamentales de una vida casi siempre las toma otro: cuando no es el dinero es un familiar, cuando no es una mujer es un amigo, cuando no es un jefe es un recuerdo, cuando no es el bolsillo es el azar. Uno, claro, acepta con más o menos satisfacción; a veces se resiste. Pero en el fondo todos lo sabemos: son los otros los que resuelven los rumbos esenciales.
Esta vez fue mi abuelo.

domingo, 4 de abril de 2010

Con la camiseta puesta

¿Cuándo habrá comenzado esa manía, que contagió a enormes mayorías de jugadores dispuestos a quedarse desnudos en medio de la celebración? Ese es el asunto: los tipos que se sacan la camiseta para gritar un gol.
No es el más ridículo ni el más molesto de los festejos, ahora que los futbolistas son entusiastas protagonistas de telenovelones futboleros en formato de programas deportivos. Pero sí es curioso que se haya universalizado de semejante modo una conducta que, incluso literalmente, encierra la intención exactamente opuesta a la que cualquier enamorado de su club se propone.
Es decir: si los hinchas daríamos la vida por aquel que demuestra a cada paso que "tiene la camiseta puesta", ¿cómo es que a alguien se le ocurrió exactamente el acto contrario -sacarse la camiseta- para demostrar euforia y felicidad en el orgásmico momento de la conquista? Me gustaría hacer una encuesta de largo alcance respecto de qué siente cada hincha cuando uno de los suyos

sábado, 3 de abril de 2010

En Europa no se consigue

Se pregunta con buena leche el comentador Martín Rodríguez, en referencia al post que hablaba de los remilgos bochinescos, si el Bocha hubiera sido tan bueno en otro lado. Más puntualmente, interroga qué hubiera sido de él si salía "del halo de idealismo" que le dio Independiente. Y aunque lo elogia y dice que lo quiere, duda "si hubiera soportado el juego en Italia". La reflexión es lindo puntapié para seguir llenándonos de preguntas. La central vendría a estar casi servida:

viernes, 2 de abril de 2010

Messi, Cortázar, Jonás y el sicólogo

Éramos pocos y apareció el sicólogo... Todo bien con los profesionales del rubro, que seguro saben en lo suyo. Ahora... ¿eso le da autoridad a alguno para meterse a hablar -y públicamente- del juego y los que juegan?
En la edición de Crítica Digital, durante una entrevista, el sicólogo Marcelo Roffé habla de Lionel Messi. Y dice:

jueves, 1 de abril de 2010

Contra los lugares comunes

Dice un comentarista de este blog que los que votaron en la encuesta a favor de los “defensores aguerridos que cada tanto se hacen echar” son bilardistas. Él, en cambio, se inclinó por el "talentoso lagunero”.
La sentencia es un disparador para un debate, tratando de salir de los lugares comunes y los prejuicios. ¿Cuál es la razón –pero eso: la razón– que permite interpretar que el “bilardismo” es una escuela futbolera orientada a la destrucción, que privilegia lo aguerrido y defensivo por sobre otras herramientas?
(Antes que nada, una aclaración: si así fuera, tampoco estaría mal. No es un pecado defenderse, no es un defecto futbolero –sino una virtud– ser aguerrido y ni siquiera es impugnable la “destrucción” –bien entendida, claro está– en un juego/deporte donde para crear es imprescindible robarle al otro la herramienta de trabajo –la pelota–).
Pero el asunto es otro: