La comparación con Maradona es tan inevitable como ridícula. Ya lo dije y lo repetiré ahora: por suerte y por desgracia, Messi no es Maradona. No insistan. El fenómeno de Fiorito, patriota de La Boca y el sur pobre de Italia, mutó en deidad de los humildes y supo cómo llevar hasta lo más alto a la Argentina de Bilardo y al Napoli, un clubcito pintoresco pero marginal. Fue más rey que líder. Hoy es sólo mito. Messi, por el contrario, nació en cuna de oro y juega en un poderoso que, según la catalanidad militante, es “mes que un club”. Hablamos de una megaestrella del sistema. Otra historia, señores.
Uno era un compositor, el otro es un solista virtuoso. Uno, la rebeldía, el otro la burbuja global. ¿Y? Hacer cuentas con lo que ganaron es, si me disculpan, una estupidez. A ver, ¿que le diríamos a Van Gogh, entonces? “¡Vicent, fracasado, no hablés más; si vos no vendiste ni un cuadro, gil! ¡Aguante Gauguin!”. Uf. Me niego a perder tiempo en algo que, como diría Borges, no es otra cosa que un abuso de la estadística. Amén.
Similares por el opuesto, Messi y Maradona desafiarán las leyes de la lógica y se jugarán todo en Sudáfrica. Hasta les puede ir bien, quién sabe. Al fin y al cabo lo dos comparten el mismo karma, compatriotas. El de la Argentina, ese país de cruel fascinación donde todo es posible, hasta lo bueno.
1 comentario:
los tres primeros que votaron en la enquesta son bilardista.
firma: el que votó al talentoso.
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