Eduardo Sacheri se pone de moda. Desde ya: "El Secreto de sus ojos" estuvo basada en su novela. Y ganó el Oscar, no es poca cosa. El viernes, en una entrevista que publicó Olé, contó buena parte de sus sensaciones, sobre todo porque estuvo cerca de la "cocina" en la que la peli de Juan Campanella tocó el cielo con las manos. Pero más que eso, reivindicó la mirada futbolera como modo de analizarlo todo, hasta la vida misma.
Explicó, por ejemplo, que mientras tenía lugar la ceremonia formal de entrega de los premios, él quedó recluído en una habitación del lujoso hotel en que los hospedaron. Y -como si fuera un episodio de cuartos de final de alguna copa- optó por una vieja costumbre: "El gran momento te lo puedo contar desde el pasillo, porque seguí una vieja cábala futbolera que indica que los penales no se miran. Así que cuando Tarantino estaba anunciando las películas en competencia, yo encaré hacia el pasillo y me guié según el viejo precepto: si escucho un grito es gol y si no escucho nada, vuelvo silbando bajito...". Sacheri siempre tiene algún buen concepto a mano. Y señala, por ejemplo, que en la novela original -tal vez para despojarse un poco de la fama de "escritor de fútbol"- no graficó demasiados instantes referidos a la cuestión. Aunque no olvida que uno de sus protagonistas, en esa historia ambientada en el año '72, un guarda que es hincha de Racing está pensando "hace más de 5 años que no salimos campeones". "A mí me gustaba eso, a sabiendas de que el lector iba a sacar la conclusión: 'Pobre tipo, no sabe que faltan casi treinta años más para volver a ser campeón'. Y a mí me gustaba jugar con esta idea de cuán a ciegas estamos en relación al futuro. Yo no sé si para el próximo campeonato de Independiente faltan días, semanas o décadas. Vos fijate que nadie en su sano juicio piensa que le faltan 30 años para nada, para nada bueno, claro".
"A Juan le gustó la idea pero disparó más para el lado de la pasión, que en realidad es aplicable a cualquier equipo. De hecho, yo soy muy hincha de Independiente pero no tuve problemas en poner esa larga parrafada sobre la pasión en boca de Sandoval, el personaje de Francella, porque en el fondo somos todos iguales. El paladar negro de los de Independiente, la abundancia de los de River, el aguante de los de Racing... En el fondo todos somos terriblemente simples y parecidos. Y esa pasión ciega, recurrente e ingenua nos hermana y nos iguala absolutamente", sabe Sacheri.
Más allá de la moda, lo que está claro es que Sacheri es un futbolero de alma, y de siempre. Fana de Independiente, ahora le toca convivir con los que dicen que en la película le otorgó demasiado protagonismo a los enemigos naturales: el Racing Club (y encima con Guillermo Francella como actor).
"Algunos me putean porque dicen 'ah, claro, como es de Independiente, lo hizo al asesino de Racing'. Los del Rojo me putean porque dicen '¿por qué lo pusiste a Racing?' Es muy difícil dejar conformes a todos (...) No por afán de ser demagógico, pero la película rebotó en nuestra identidad y sobre todo en nuestra identidad futbolera. El Oscar les pertenece a todos los hinchas por igual. Hasta a los de San Lorenzo que dijeron 'la única vez que llenaron la cancha (de Huracán) fue en la película y por computadora'. Y para todos esos viejos que te pueden recitar una formación como hace ese escribano en la película, ese rezo laico. Para ese viejo de cualquier equipo que puede decirte el arquero, los dos centrales, los otros tres y los cinco de adelante de memoria. Cualquiera puede sentirse parte de este Oscar. Con esa identificación fuerte, cándida, ingenua, torpe, pero cristalina que tenemos todos los argentinos sobre el fútbol".
Después, Sacheri le da vueltas a ese concepto que nos guía: aquello de que se juega como se vive. "Yo nací y me crié en Castelar jugando al fútbol, escuchando fútbol. Del mismo modo que siguiendo a Independiente. No me imagino la vida sin Independiente. Y yo creo que uno no vive las cosas en compartimentos estancos, las cosas de tu vida se cruzan unas con otras. Entonces, otras cosas aún más esenciales que el fútbol, como el amor, la muerte, la amistad, la traición y la lealtad, se pueden mezclar con el fútbol. Cada vez que jugás sufrís, amás, temés, morís, pero por un rato. Por eso, el fútbol es un gran vehículo para narrar cosas que te pasan en la vida".
-Por eso, según declaraste, nunca confiarías afuera de la cancha en un tipo que dentro de ella nunca te pasa la pelota, no mete la pierna para ayudarte... -le aporta el periodista de "Olé".
-Sí, para mí es así. También sé que es una lectura delicada y que no tiene bases científicas. Pero sí es cierto que, hasta cierto punto, se juega como se vive. Por eso, a un tipo que adentro de una cancha es frío, apático, egoísta, me cuesta imaginármelo afuera solidario y amigo. Me cuesta pensar que un tipo mala leche en una cancha, sea leal afuera. Un tipo que finge que lo partiste cuando no lo tocaste, creo que es uno de los pocos tipos que me dan ganas de cagar a trompadas...
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