El “toco y paso”, que tan mala fama ha adquirido en otros ámbitos –es que algunos pretenden que es una forma de decir “me lavo las manos” o “no me meto”– es en realidad la esencia del juego del fútbol, donde por supuesto la gambeta embellece y deslumbra, tienta y encanta, pero no se agarra de la esencia del juego, que es la solidaridad y el respeto por una idea colectiva, antes que por el deseo instintivo de comportarse como un nene y tener la pelota para uno solo.
La metáfora egoísta de ese asunto sería, por el contrario, el “toco y me quedo”: un tipo que se saca la pelota de encima y mira para ver qué hacen los demás, deja que se la arregle el tipo al que acaba de soltarle la bola, sin mostrarse como opción para aliviarlo, como blanco de su “toco y me voy” o incluso como cómplice de un engaño que desoriente a los rivales.
Todos para uno y uno para todos, es el complemento de ese “toco y paso” en el que la pelota –se entiende– va de compañero en compañero. El “paso” no significa irse a cualquier lado, sino buscar un lugar, necesariamente otro que el anterior. No es “toco y miro”, es “toco y paso”, para que el compañero toque y pase. Y así, hasta que llegue la hora del gol.
(En la foto, según el sitio donde aparece publicada originalmente, Luis Pentrelli -a la derecha- aparece junto al Boscha Maschio, Leopoldo Barrionuevo, Torres y Solera).
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