Este asunto se ha vuelto cada vez menos un juego, cada vez menos un deporte y cada vez más un show. Este domingo en La Bombonera Boca y River van a jugar uno de los clásicos menos atrayentes de los últimos tiempos. Esa presunción nace, sobre todo, de la convicción de los hinchas de ambos clubes respecto de las reales posibilidades de que sus equipos salgan campeón.
Boca da pena cada domingo, se come goles a lo pavote, no sabe cómo armar su defensa, ensaya cada fin de semana variantes que no le dan resultado y -sobre todo- no tiene un digno número 5 que equilbre las generalizadas locuras del conjunto.
River acertó un par de triunfos, pero tampoco convence a nadie: no tiene nombres propios atrayentes, su mejor jugador es Marcelo Gallardo y apenas está en condiciones de jugar media hora como sabe, su otra estrella es Orteguita y ya sabemos lo que pasa, y -sobre todo- es un equipo que, lo dirija quien lo dirija y lo presida quien lo presida, se acostumbró tanto a perder que -a contramano de su rica historia- ya concibe la derrota como un resultado altamente probable. Sobre todo contra Boca.
El asunto es que mientras el partido atrae poco y nada a los seguidores futboleros de siempre, el club local -que es Boca- se da el gustazo de poner a la venta entradas que valen 400 dólares.
Los hinchas no pagarían ni 40 pesos, esta vez, para ver las pantomimas de Abel Alves en el banco, por lo que no cuesta demasiado darse cuenta de que los destinatarios de esa inconveniente oferta no son otros que los turistas extranjeros, tal como lo confirman las publicidades de ocasión.
Alguna vez, una encuesta a la europea, arrojó como resultado que el mejor espectáculo del mundo era un Boca-River en La Bombonera. De ahí nacieron estas ideas de arraigado espíritu macrista, según la cual es posible llenar la cancha de seres extraños al fútbol -en el literal sentido de la palabra- y de paso impedir que los hinchas genuinos vean al club de sus amores.
Hace tiempo que Boca se caga en sus propios hinchas a la hora de permitir el ingreso a la cancha. Hace rato que está montado este negocio pensando en los turistas, con las agencias de viaje como intermediarias. Hoy, si vivís en el interior del país, es más fácil conseguir una entrada si le comprás un paquete de fin de semana en Buenos Aires a una agencia de viaje que si te recorrés la Boca buscando a los barrabravas que supuestamente cortan el bacalao y tienen en sus manos el negocio de la reventa.
Ya es imposible ir a la cancha: sólo permiten el acceso de los socios, pero al mismo tiempo nadie puede asociarse justamente porque la capacidad de la Bombonera ha sido colapsada. Los equipos visitantes también tienen poco espacio, cada vez menos: unas 4.500 o 5.000 entradas en una de las bandejas.
Pero sin embargo, sí se les hacen cómodos lugares a los otros visitantes, a los llegados desde el Norte o desde el Viejo Mundo... El asunto se diversificó de la mano de un concepto nuevo: el fútbol es cada vez menos un juego, cada vez menos un deporte, cada vez menos una pasión, y cada vez más un espectáculo o un show.
Los extranjeros desembarcan en La Bombonera y no tienen la menor idea de táctica o estrategia, desconocen el nombre de la mayoría de los jugadores, no saben de la historia del club ni conocen aspectos de la mística o la leyenda de los colores, ni siquiera están al tanto de los detalles reglamentarios, pero quedan con la boca abierta frente a esa explosión de tonalidades de la que ya tuvieron pistas mientras recorrían Caminito; se sienten agobiados de tanto sonido popular; se impresionan con el frenesí y el sentimiento de los hinchas, a los que miran con más curiosidad que otra cosa, del mismo modo en que consumen los paisajes patagónicos, comen los bichos raros que en Europa no se consiguen o hacen un tour por los lugares donde la pobreza, para ellos, deja de ser un índice de crueldad para transformarse en un espectáculo atrayente.
El asunto es que si las cosas siguen así, el fútbol-negocio está creando su propio boomerang: si el "espectáculo" echa de las canchas a los hinchas genuinos y "folclóricos" porque debe hacerle lugar a las billeteras que matan galán en los palcos o a los turistas extranjeros que todo lo compran, los estadios van a quedar desiertos de cantitos, banderas e ingeniosas referencias a los rivales. Y la próxima encuesta que hagan en Europa sobre cuál es el mejor espectáculo del mundo ya no tendrá en el tope ni el Boca-River ni la Bombonera.
2 comentarios:
Mirá lo que escribí el martes al respecto de este tema.
Saludos.
http://lapampaperonista.blogspot.com/2010/03/el-futbol-es-popular.html
Che está bueno el blog, pero métan de vez en cuando algún post del fútbol local, y dejen por un momento de lado el bodrio deprimente llamado afa.
Abrazo!
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